“Hay que aprender a ser un cura todoterreno”

Parroquia Inmaculada Madre de Dios. Ese es el nombre oficial. Aunque todos la conocen como la iglesia de Gonnet. Una comunidad religiosa que hoy está de fiesta porque celebra los 10 años de la llegada del Padre Eduardo Lorenzo, que no sólo cumple la función de párroco sino también hace las veces de amigo y confidente de los miles de vecinos del barrio que todas las semanas concurren a ella.

Hoy a las 19 se oficiará una misa para celebrar ese hecho, y luego la comunidad hará una cena a la canasta para seguir festejando junto al gran protagonista de la jornada, quien recuerda que “cuando llegué a Gonnet los chicos de Los Hornos me acompañaron con una caravana de motos. Yo vine con una camioneta toda destartalada y ellos, junto a los chicos de la pastoral de rugby, me hicieron la mudanza”. Y agrega que al llegar “tuve una mezcla de recuerdos por mi amigo Norberto, el párroco que había fallecido, y traté de descubrir la presencia de Dios en esta comunidad y de compartirla porque estoy convencido que no es el cura el que trae a Dios a la comunidad sino que lo descubre en medio de ella y trata de que su presencia sea más fuerte”.

Como él mismo lo describió, llegó del San Benjamín de Los Hornos, una comunidad con muchas necesidades, distintas a las que se encontró en sus nuevas tierras. Allí tenía que atender a mujeres golpeadas a las 3 de la mañana, o que habían sido maltratadas por la policía. Por eso reconoce que “hay que aprender a ser un cura todoterreno”. Y sostiene que en la periferia “la parroquia es más que eso, es una lucecita en tanta oscuridad. Se denuncia la venta del paco, va la mamá desesperada por su hijo.... Aquí es un lugar de familia y de encuentro, con otras necesidades. Por eso vine dispuesto a aprender”.

También describió a Gonnet como “un pueblo muy solidario. Desde Cáritas ayudamos a 7 parroquias de la periferia. Si les proponés algo claro y lo ven son generosos. Es gente buena y la necesidad de Gonnet es seguir siendo así, subsidiarios con los más pobres”.

Lorenzo también tiene que atender las necesidades de Villa Castell, un barrio en pleno crecimiento: “Tienen realidades distintas. Es una comunidad más nueva y modernosa. En Gonnet se conocen los vecinos, es histórica. Por eso digo que Villa Castell es como un Gonnet chiquito. De todas formas es una comunidad con la que estamos en deuda porque le debemos una parroquia. Hay un proyecto, pero no tenemos la plata. Las parroquias siempre se construyen celebrando misa y después poniendo los ladrillos. San Pablo dice que los ladrillos más importantes de la Iglesia son la gente, y eso está. Tenemos el colegio allí y el terreno ya está donado. Si Dios nos ayuda la vamos a poder hacer”.

El Padre Eduardo no se conforma con lo que ya hizo en esta década al frente de la Parroquia. Por eso hace una apuesta mucho más fuerte: “La idea a futuro es seguir trabajando más con los jóvenes, seguir cuidando esta parroquia que es bellísima. Tengo ganas de hacer un cinerario para que los vecinos tiren las cenizas de sus muertos, también de cumplir el sueño de la capilla de Villa Castell y tener una catequesis más fuerte, no como una clase religiosa, sino más vital, de encuentro y seguir haciendo presencia. No quiero que la parroquia sea lo más importante del barrio, sino que sea una casa entre las casas del barrio que es especial porque vive Dios, no el cura que es el portero. Que sea una casa más abierta cada día, donde venga más gente, y que sea una parroquia muy de la mano del papa Francisco”.

Hoy Gonnet celebra los 10 años de la llegada del Padre Eduardo Lorenzo al pueblo. Es el cura que da misa, casa, bautiza, confiesa. Pero también el amigo, el confidente, el vecino. Por eso la comunidad religiosa se pone el traje de fiesta.