Respuestas oficiales y una actitud solidaria con los afectados por las inundaciones
Edición Impresa | 4 de Abril de 2017 | 02:02

Frente a la crítica situación que se vive en varias provincias de nuestro país -entre ellas las de Chubut, La Pampa, Catamarca y Tucumán- en las que miles de personas debieron ser evacuadas a raíz de las tormentas que las castigan desde hace varios días, resulta prioritario que las autoridades ofrezcan una rápida respuesta y, al mismo tiempo, la sociedad vuelva a mostrarse solidaria con las necesidades que enfrentan tantos habitantes afectados por la grave emergencia.
Como se sabe, la situación más dramática se vive en Comodoro Rivadavia, donde en las últimas horas del domingo pasado volvió a llover copiosamente y las calles se transformaron en ríos torrentosos, a la vez que el barro ingresó a las viviendas.
Calles y avenidas convertidas en zanjas donde fluyen correntadas de agua, servicios colapsados, anegamiento y destrucción de viviendas, junto a localidades y barrios aislados por la virtual desaparición de los caminos, es el denominador común en las cuatro provincias, en donde los autoevacuados superan los 5.000.
En Comodoro Rivadavia las máquinas retroexcavadoras de la municipalidad ayudan a volver a sacar el barro de las viviendas y trasladan en sus palas los muebles de los vecinos a un lugar seguro. Y las mismas máquinas llevan en sus palas a los vecinos que no pueden salir de sus viviendas a raíz de la correntada de agua que fluye por las calles.
Cabe señalar que esa ciudad sufre su peor inundación desde 1958, mientras la asistencia para los casi 5.000 autoevacuados y 1.500 evacuados se centraliza en el predio ferial, donde llegan las donaciones de todo el país y camiones con elementos básicos, al tiempo que la mayoría de los barrios carecen de los servicios básicos de luz, agua y gas desde hace varios días.
Estas, que necesariamente son sólo síntesis muy parciales de la catastrófica situación que viven compatriotas radicados en las cuatro provincias afectadas, se registran en un contexto climático que, tal como se dijo, no dejaba de complicarse y cuyas consecuencias resultan ser año tras año cada vez más graves.
Sea como sea, se encuentra replanteado, entonces, el problema crónico de las inundaciones en nuestro país y otra vez vuelve a quedar claro que, consiguientemente, debieran confluir las medidas coyunturales con las siempre postergadas acciones estructurales que los especialistas requieren en cada una de las jurisdicciones alcanzadas por el fenómeno.
Se conoce también que estas emergencias ciertamente dramáticas tienen dos etapas críticas: una, cuando los damnificados deben ser evacuados y la otra cuando regresan a sus hogares y se enfrentan a la desolación y a las carencias del día después. Allí es donde, por caso, hará falta en forma imperiosa el envío de ropa, alimentos, medicamentos, frazadas y colchones, entre otros elementos.
Sería deseable, por consiguiente, que se haga sentir, una vez más, la generosidad enorme de la gente, en la especial sensibilidad que existe para acudir con presteza a favor de compatriotas sometidos al flagelo de cualquier calamidad. Ello requiere que el Estado vuelva eficiente el aporte y coordine la actividad de las estructuras existentes, para racionalizar la ayuda, garantizar el transporte del apoyo y asegurar la más rápida entrega de esas remesas a quienes sufren situaciones acuciantes.
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