La Comuna debe actuar ante las picardías y el “vale todo” que impera en las calles

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Una reciente nota publicada en este diario dejó al descubierto una maniobra que realizan algunos automovilistas -con la activa complicidad de los trapitos- para librarse de pagar el estacionamiento medido, en base a un “procedimiento” que vino ganando terreno en varios sectores del microcentro. Lo cierto es que la detección de esta suerte de “picardía criolla” por parte de las autoridades no deja de obligarlas, por cierto, a combatir actitudes no permitidas en la vía pública, que, en definitiva, degradan la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Tal como se informó, el mecanismo que se emplea es sencillo: el dueño del auto le deja a un trapito la llave de su vehículo y una suma de dinero equivalente al total del tiempo que calcula permanecer en la zona medida. El cuidacoche conserva el dinero como fondo de garantía, por si aparecen los inspectores municipales. Si eso ocurre, se dirige rápidamente hacia el kiosco más cercano con una lista de patentes para cargarle, a cada una de ellas, crédito por una hora. Como se sabe, existe un margen de diez minutos para darle tiempo al propietario del auto de ir a un kiosco para cubrir su estacionamiento. Si no, al finalizar la jornada, le devuelve al dueño del rodado el dinero no utilizado menos una propina.

La maniobra -que ya había sido reflejada por este diario en anteriores notas- fue corroborada por agentes municipales que, en las últimas horas, difundieron un video en el que se refleja esta práctica por parte de algunos trapitos. Fuentes comunales precisaron que las imágenes captadas corresponden a un control que se hizo la semana pasada por denuncias de vecinos de las calles 46 y 48 desde las calles 7 a 12, asegurándose que lo que se procura es atacar y desalentar la ilegalidad de los cuidacoches y trapitos que se instalan en los centros comerciales de nuestra ciudad.

A grandes rasgos, debe decirse que los cuidacoches siguen dominando el Centro. Ya es costumbre generalizada que coloquen baldes de plástico para “reservar” espacios a sus clientes habituales o, tal como es posible comprobarlo en varias calles céntricas. Asimismo, es común ver que los conductores dejen sus autos estacionados en doble fila, se marchan a realizar distintos trámites, le dejan las llaves a los trapitos y estos mantienen el auto en ese lugar, hasta que aparece algún sitio junto al cordón y allí ubican a los vehículos.

Los cuidacoches que no colocan baldes para reservar sitios, instalan allí tarros de pintura cuando no conos de plástico, dejando a la vista la capacidad que despliegan en el manejo y administración lucrativa de espacios que son públicos. Son prácticas desarrolladas en los últimos años, impuestas y casi legitimadas ante la absoluta inacción de los poderes municipales.

Constituye un error minimizar este tipo de transgresiones. Permitir que, ante cualquier tipo de situación, rija el principio de “hecha la ley, hecha la trampa” -es decir, admitir que al sancionarse una norma algunas personas busquen inmediatamente la manera de evitarla- es como autorizar la vigencia del libre albedrío, cuando el orden público depende del cumplimiento estricto de las leyes por parte de todas las personas. El “vale todo” que -como se ha expresado-, crece en las calles de la Ciudad, no puede seguir admitiéndose.

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