La política “mafiosa”, un eje central de la corrupción en Brasil
Edición Impresa | 12 de Junio de 2017 | 01:50

Por Alba Santandreu (*)
Grabaciones clandestinas, mails ficticios y valijas repletas de dinero se han colado en la trama del caso Petrobras, un proceso que no sólo ha revelado las entrañas de la corrupción en Brasil, sino que también ha sacado a la luz las maniobras de tinte mafioso usadas por sus implicados.
El avance de las investigaciones ha cerrado el cerco sobre la corrupción, y las alianzas entre políticos y empresarios se han desmoronado a medida que avanzaban las confesiones “premiadas” de los acusados ante las autoridades.
Cazados por la Justicia, muchos de los imputados en el escándalo sacaron los trapos sucios al sol y pusieron en el ventilador las supuestas prácticas corruptas realizadas por algunos de sus antiguos colegas, recurriendo incluso a prácticas kafkianas para respaldar sus acusaciones.
El magnate de la carne Joesley Batista, dueño del frigorífico JBS, se presentó en marzo pasado en la casa del presidente de Brasil, Michel Temer, con un grabador en forma de pendrive (memoria USB) en su bolsillo para registrar su encuentro -no oficial- con el mandatario. En esa grabación, Batista relata diversas maniobras ilegales que estaba realizando en favor de JBS tanto en el Poder Judicial como con algunos ministros, ante lo que Temer se mantiene en silencio o hasta llega a consentir.
En esa época, uno de los aliados de Temer, el ex diputado Rodrigo Roucha Loures, fue filmado saliendo apurado del estacionamiento de una pizzería de San Pablo portando una valija repleta de dinero sucio.
La delación fue brindada por los directivos de JBS, que entregaron a las autoridades una serie de pruebas que implican a importantes políticos con el fin de evitar un posible pedido de prisión por su implicación en la trama corrupta. Pero los socios de JBS no fueron los únicos en poner en jaque a la política brasileña. Los publicistas Joao y Mónica Moura, encargados de la campaña electoral de la ex presidenta Dilma Rousseff, pusieron en apuros a la ex mandataria.
Mónica Moura, presa desde el año pasado, aseguró que ella y Rousseff compartían un mail secreto (2606iolanda@gmail.com) y se comunicaban mediante mensajes que eran guardados en la caja de “borradores” y posteriormente eliminados, con el fin de evitar su circulación.
Odebrecht admitió que tenía un departamento exclusivo para distribuir sobornos entre políticos, a los que registraban en sus planillas con apodos como “todo feo”, “amigo”, “italiano”
Según la empresaria, en dicho mail Rouseff informaba al matrimonio Moura sobre el avance de las investigaciones del caso Petrobras, el cual ha salpicado a políticos de todo el arco partidario e importantes empresarios. La señal para acceder al mail la daba un asesor de Rousseff quien, según Moura, enviaba mensajes fuera de contexto, como por ejemplo “Me ha gustado el vino que me dijiste” o “Mira esa película”, para que la publicista accediese a la bandeja de “borradores”.
Uno de los pilares del escándalo, la constructora Odebrecht, admitió que tenía un departamento exclusivo para la distribución de sobornos entre políticos, a los que registraban en sus planillas con apodos variados como “todo feo”, “amigo”, “italiano”.
La jerga mafiosa se ha visto a lo largo de los tres años que duraron las investigaciones: los empresarios de JBS se referían a los sobornos como “alpiste”, mientras que Joao Vaccari Neto, ex tesorero del Partido de los Trabajadores (PT), hablaba de “pixulecos” (sobornos) cuando negociaba las coimas.
Uno de los que recibió sobornos fue Eduardo Cunha, ex titular de la Cámara de Diputados e impulsor del juicio político que llevó a la destitución de Rousseff. El dinero sucio fue rastreado gracias a la vida de lujos que su mujer, Claudia Cruz, ostentó en las redes sociales.
Cunha, evangélico declarado, registró una flota de ocho autos de lujo a nombre de “Jesús.com” y su esposa gastó más de 850.000 dólares en artículos como bolsos, zapatos y ropa de marcas exclusivas, en tiendas de París, Roma y Miami.
Algunos de los correligionarios de Cunha, como el ex mandatario José Sarney y el senador Romero Jucá, también han caído en las garras de las grabaciones secretas, concretamente con el ex presidente de la estatal Transpetro Sergio Machado, sospechoso de participar en la gigantesca red de corrupción de Petrobras.
La grabación telefónica se convirtió en un as en la manga para el ex director de Petrobras Nestor Cerveró, salpicado por la trama corrupta. Su hijo Bernardo entregó a las autoridades un audio en la que el entonces senador Delcidio Amaral ofrece dinero al ex directivo de Petrobras a cambio de su ayuda para anular sus acusaciones.
(*) Columnista de EFE
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