Perdidos en la jungla de la codicia
Edición Impresa | 12 de Junio de 2017 | 01:58

La fiebre del oro
“Los hombres que tienen contacto con oro nunca lo pueden dejar”, describe Sebastiao Salgado la potencia de “la fiebre del oro”. El contacto con el mineral produce, más que un afán de riqueza, un estado de locura, que el fotógrafo de Brasil retrató en su célebre serie sobre los mineros de Serra Pelada, en la jungla amazónica: 50.000 personas que trabajaban al borde de la muerte porque unos años antes, un niño había encontrado 6 gramos de oro en la orilla de un río local, desatando una de las carreras por el oro más febriles de la historia del siglo XX.
Salgado, que revela la profundidad de aquel abismo en el documental de Wim Wenders “La sal de la tierra” (puede verse por Netflix), fotografió a aquellos hombres embarrados y agotados, la mirada al borde de la locura, soñando con cambiar de su vida, y aclaró: ninguno era esclavo más que de su deseo de enriquecerse.
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El mito de El Dorado
La carrera por el oro como un camino de ambición y perdición es antigua como la humanidad, y antes de “El poder de la ambición”, la cinta que llega el jueves a las salas, ya había sido retratada como una fábula moral por Hollywood desde tiempos de los westerns. El oro o su posibilidad motivó la conquista del Oeste de Estados Unidos, y ha estado íntimamente ligado a la mentalidad estadounidense: el sueño americano en su forma más extrema consistía en la posibilidad de encontrar oro y volverse rico de la noche a la mañana. El oro mutaría luego, en EE UU y todo el planeta, en petróleo.
Pero a esta forma de pensar subyace la ambiciosa mentalidad occidental: el oro también motivó la despiadada conquista de América, y mientras los colonos avanzaban en la densa jungla y perdían noción del tiempo y el espacio, atrapados en un sueño de riquezas sin límites, tomaba fuerza el mito de El Dorado, una tierra donde el oro lo cubría todo.
Diferentes versiones de esta fábula de febriles búsquedas y destructivo andar cobraron fuerza en el cine desde “Aguirre: la ira de Dios” y “Fitzcarraldo”, dos retratos donde la selva cobra vida y se vuelve personaje, e inconquistable para los hombres, para quienes, en su lucha contra una fuerza que no pueden comprender, se vuelve una perdición.
“La Misión”, “La Costa Mosquito”, “La selva esmeralda” y la reciente “El abrazo de la serpiente” retratan ese choque entre la expansiva modernidad y la insondable naturaleza, en el marco de historias de hombres buscando lo inasible en el medio de frondosas vegetaciones y un ominoso silencio del Amazonas: ese mito profundo sigue vivo, solo que los protagonistas de “El poder de la ambición”, Kenny Wells (Matthew McConaughey) y Michael Acosta (Edgar Ramírez) buscan su utopía en las junglas de Indonesia.
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La pesadilla del sueño americano
Wells y Acosta son dos hombres arruinados que sueñan con la redención de un sueño americano que se convierte rápidamente en una pesadilla de mentiras, derrumbes y tragedias.
Wells es un hombre de negocios fracasado, que se convierte en un explorador desesperado por tener un golpe de suerte. En un último esfuerzo, Wells se asocia con un geólogo con la misma poca fortuna, para ejecutar un plan tan descabellado como grandioso: encontrar oro en las profundidades de la inexplorada jungla de Indonesia. Su hallazgo revolucionará Wall Street y la venta de sus doradas acciones los transformarán en nuevos ricos; pero el FBI comenzará a sospechar que este negocio esconde algo sucio.
Cuando McConaughey leyó por primera vez el guión del film, supo inmediatamente que tenía que aceptar el trabajo. “No se trata de un hombre que persigue de manera determinada el sueño americano. Se trata de un hombre que se busca la vida, que trampea, que engaña a la gente que lo rodea. Se trata de alguien que intenta sobrevivir cada día y lo consigue, consigue sus objetivos”, explica el actor.
Esta historia de ambición desmedida y fiebre dorada, claro, se inspira en hechos reales: está basada en el suceso que se considera el mayor golpe a la industria minera mundial en 1993, el escándalo conocido como Bre-X que involucraba a un grupo de compañías canadienses, e inspirada en el sueño de Kenny Wells de encontrar oro en Indonesia.
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