La irresponsabilidad, una vez más, causó una tragedia vial que segó la vida de jóvenes

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Al margen de que serán las pericias oficiales las que determinen las causas y responsabilidades del grave accidente registrado el domingo en Mendoza, que ha dejado el luctuoso saldo de al menos 15 muertos y 21 heridos, la mayoría de ellos jóvenes, no hay dudas de que persisten en nuestro país numerosos factores que inciden sobre la inseguridad vial reinante y, más específicamente, en los episodios trágicos que se registran a partir del servicio de transporte de pasajeros.

En este sentido, un dato oficial ofrecido por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte acaba de determinar que el micro que volcó en la ruta nacional 144, en cercanías de la ciudad mendocina de San Rafael,“no estaba habilitado, ya que había sido dado de baja el 12 de diciembre de 2016”.

El organismo público anticipó que procederá ante la Justicia. El micro, que volcó mientras trasladaba a un contingente de chicos de una escuela de danzas del municipio bonaerense de Malvinas Argentinas, “tomó rutas alternativas para evadir los controles planificados, por lo que las pericias para determinar las causas del accidente están en curso”, señaló en un comunicado.

Se sabe que no es la primera vez que ocurren estos tipos de accidentes, en especial de aquellas unidades que transportan contingentes de chicos. Es incontrastable que desgracias como la ocurrida en Mendoza constituyen pruebas palmarias de que las distintas administraciones responsables deben actuar en forma enérgica, para corregir deficiencias u omisiones que, en la mayoría de los casos, suelen ser decisivas a la hora de encontrar las causas de estos dramas.

¿Cómo no recordar aquí el choque frontal de un ómnibus, sucedido hace diez años en una ruta santafesina, en el que viajaban alumnos del Colegio Ecos de la capital federal y que dejó el saldo de diez jóvenes muertos?El propio intendente de la localidad en la que se registró el accidente advirtió entonces que esa vía caminera, que contaba con tan sólo siete metros de ancho para sus dos carriles, absorbía un denso tránsito de camiones, ómnibus y autos procedente de Paraguay, Brasil y de las provincias de Corrientes y de Córdoba, así como del flujo local de vehículos.

¿Cómo no hablar de la cerrada oscuridad nocturna que impera en muchos caminos? ¿Cómo no aludir a la falta banquinas en condiciones y de señalizaciones horizontales o verticales? ¿Qué es lo que ha hecho el Estado en los últimos tiempos para modernizar el sistema vial, sea nacional, provincial o el de las redes secundarias que sirven para las localidades alejadas del interior? La realidad se encarga de responder con elocuencia: con excepción de algunas pocas autopistas, la mayoría de las rutas del país y de nuestra provincia son angostas y carecen de separación de carriles. Una falta absoluta de alumbrado, señalizaciones deficientes, carencia de banquinas o de vías de escape y, sobre todo, pavimentos obsoletos, sumamente riesgosos para desplazarse por ellos, constituyen los rasgos dominantes.

Si a todo ello se suma, como en estos casos, el incumplimiento de las empresas de aquellas reglamentaciones que garantizan la idoneidad mecánica de las unidades, el resultado no puede ser sino el que ahora se lamenta, con tantas vidas jóvenes injustamente segadas.

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