Capital de los malos olores

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A juzgar por lo que se vive en numerosos barrios platenses, la Ciudad bien podría considerarse la capital nacional de los malos olores.

Los vuelcos clandestinos en el sistema cloacal no paran de generar denuncias: parte de las causas podrían rastrearse en la actitud negligente de particulares y empresas -se han visto incluso entidades oficiales- que arrojan a los afluentes combustibles líquidos, solventes o pinturas sin realizarle tratamiento alguno.

La cuenca del arroyo El Gato, por caso, parece condenada a ese destino de vertedero clandestino. El estudio más reciente acerca del arroyo El Gato, realizado por la facultad de Ciencias Exactas (UNLP), corroboró lo que venían poniendo de manifiesto todos los análisis previos de ese cauce: se trata de una virtual cloaca a cielo abierto, con una presencia de bacterias fecales cinco veces mayor a la permitida -25 mil por mililitro, cuando no deberían ser más de 5 mil-, además de residuos sólidos domiciliarios y desperdicios industriales que son arrastrados hasta desembocar por medio del río Santiago en el estuario del Plata, a un kilómetro de la toma de agua para potabilizar en la planta Donato Gerardi de Punta Lara.

La vía pública platense es otro escenario frecuente de riesgo sanitario. En la redacción de EL DIA casi no pasa una jornada sin que los lectores se quejen de tener que convivir con desbordes de la red clocal, que, saturada, expulsa al experior aguas servidas que inundan la vía pública o se esparcen hacia el interior de las viviendas, en lo que constituye una verdadera bomba sanitaria.

 

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