Los motochorros, un drama para los vecinos
Edición Impresa | 23 de Julio de 2017 | 04:47

Dos ladrones aparecen en moto, frenan o se suben a la vereda, y van directo a donde la gente espera el micro. Los arrebatos a las personas que hacen tiempo hasta que pasa el Oeste o el Norte -las dos líneas que llegan hasta ahí- se convirtieron en los últimos meses en una modalidad repetida. Un foco donde más se lo padece son la calle 116 y la avenida 526.
Por lo general son robos al voleo. Los ladrones “dan una vuelta”, encuentran a sus víctimas, las amenazas y les sacan todo lo que pueden: billeteras, celulares, mochilas, carteras y hasta instrumentos de música. Suelen verlos, en la huida, regresando para el mismo lado del que salieron. El Mercadito es la procedencia que les adjudican testigos y afectados.
Muchos coinciden en que “no hay horario” aunque sí diferencian franjas del día en los que esta clase de asaltos aumenta: la mañana -en torno a las 7-, el mediodía y algunos tramos de la tarde en los que el movimiento en la calle desciende. A veces, que haya mucha gente termina por ser contraproducente para los ladrones y sus posibilidades. Entonces, el riesgo aumenta cuando las víctimas potenciales son dos o tres.
Los comercios son otro blanco elegido por los ladrones, aunque los mecanismos de prevención parecen ahora más aceitados, de ahí que se haya experimentado una cierta disminución en el número de episodios. Por ejemplo, sobre 116 ya hay 20 personas conectadas a un sistema de alarma vecinal. Atender a puertas cerradas sigue siendo casi una obligación para quienes lo pueden hacer.
En ciertos casos, eso no es posible. Tal fue el caso de un supermercado chino de 530 entre 119 y 120, donde la semana pasada irrumpieron cuatro ladrones armados. Amenazaron a todos y mandaron al hospital a un hombre que trabaja ahí, después de pegarle un culatazo que le partió la cabeza. La presunción es que no huyeron muy lejos, porque andaban en bicicletas.
Las casas particulares tampoco se salvan. Ahí los robos son siempre cometidos cuando no había nadie: se dieron en la zona de 120 y 529, siempre cerca de la rotonda de acceso a la autopista, donde funciona una guardia policial en una garita y la circulación de vehículos es una de las mayores de la ciudad.
En menos de un mes, por allí hubo dos episodios de este tipo. “Te esperan a que te vayas para entrar y sacarte lo que tengas”, había expresado otra de las víctimas de esta saga de hechos, ni bien descubrió que le habían forzado la puerta de su casa con una barreta. El hartazgo vecinal aumenta a medida que los hechos se repiten.
A unas cuadras de distancia, hay otra zona bien comercial también castigada. Pasaron dos semanas del asalto en una carnicería de 520 entre 9 y 10 en el que a una chica de 22 años le pegaron un tiro en el pecho.
“Lo que pasó es una situación que venía temiendo miedo que sucediera. Y al final, pasó”, se lamentó la joven mientras se recuperaba en un hospital. Aunque no se resistió a entregar su celular y la plata de la caja, el delincuente le tiró a matar. Ella decidió volver a Paraguay, muy asustada. Por unos días el local permanece cerrado.
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