Preocupación por una ola de robos en un sector del Barrio Hipódromo

En los últimos 10 días, hubo por lo menos cuatro episodios delictivos -dos quedaron en intento por casualidad y dos se concretaron con violencia- en una porción bien delimitada de barrio Hipódromo. Los vecinos le echan la culpa a un asentamiento formado a la vera de un trazado ferroviario en desuso. Algo que les daría la razón fue que vieron cómo los ladrones, siempre los mismos, corrieron a escaparse en esa dirección.

El sector afectado está atravesado por la diagonal 115, que es la vía de acceso para cruzar la 122 hacia la avenida Cestino, para quienes circulan rumbo a Ensenada. Alrededor, hay calles cortadas o con un tránsito muy escaso. Ese es el terreno fértil para los delincuentes.

La saga de casos se inició la semana pasada. Primero, a una mujer la sorprendieron en la puerta de su casa, en 121 entre 42 bis y 43. Le sacaron toda la plata que tenía en la cartera, según contaron en la cuadra.

Federico, que vive a la vuelta sobre 42 bis, zafó por muy poco. Eran las 23.30 de un viernes cuando regresaba a su casa, hace 10 días. Entró el auto y alcanzó a cerrar la reja del frente.

“Aparecieron de la nada, sin que los viera, en cinco segundos. Yo vi a uno pero parece que eran dos. Lo pude dejar afuera”, relató el hombre, que se salvó de lo que probablemente hubiera seguido como una entradera.

La tendencia se mantuvo este último fin de semana. Uno de esos casos lo publicó este medio en su edición de ayer. Lo padeció una mujer de 31 años que vive en 42 entre diagonal 115 y 122. En la tarde del domingo lluvioso, salió de su casa a hacer mandados y se vio sorprendido por un delincuente que la encañonó y la obligó a volver a entrar.

De esa forma, revisó su casa a lo largo de 10 minutos. Los cinco nenes chiquitos de la joven miraban absortos. “Dame todo lo que tengas o si no les hago algo a ellos”, fue la amenaza que le escupió el intruso, que terminó llevándose plata y un par de celulares.

Tanto ella como las demás víctimas coincidieron en hablar del factor sorpresa como determinante. Todos los describen como jóvenes de poco más de 20 años, que acechan a la búsqueda de cualquier oportunidad. Inclusive, llegaron a esconderse en el pasillo de la entrada de una casa para no ser vistos.

Por ejemplo, de esa manera consiguieron tomar por asalto a una pareja que entraba el auto a su casa de 42 bis entre diagonal 115 y 121. También eran alrededor de las 23. De nuevo, las víctimas fueron más rápidas que los dos delincuentes. “Alcanzaron a cerrar y activaron la alarma. También corrieron algunos vecinos que escucharon y por eso los ladrones se tuvieron que ir”, recordó Soledad (37), que se domicilia a metros de donde pasó ese intento.

El que no se salvó fue su marido. El viernes pasado salía a trabajar a las 5 de la madrugada. Se estaba por ir cuando le cortaron el paso dos delincuentes, que no dudaron en encañonarlo y sacarle la billetera, con plata y documentos.

“No entraron a casa porque ya había cerrado el portón”, especuló Soledad. Ella y sus vecinos tuvieron que cambiar sus rutinas para tratar de minimizar la chance de que les roben.

“Ellos -los delincuentes- saben nuestros horarios y dónde vivimos. Tenemos que avisarnos entre los vecinos por un grupo de WhatsApp que está todo bien. Algunos dan dos vueltas a la manzana para asegurarse de que no haya nadie. Y cuando oscurece tratamos de ni salir”, afirmó, en diálogo con EL DIA.

SOSPECHAS

Al final de las calles 42 bis y 43, dos gigantescos muros de chapa separan el barrio de unos terrenos fiscales donde todavía hay vías de tren que no se usan. El trazado pertenece al servicio que en una época comunicaba la abandonada estación La Plata cargas con los polos fabriles de Berisso y Ensenada, más el Puerto. Es el mismo que, por ejemplo, atraviesa la 122 en la rotonda de 52.

A la vera de esas arterias de hierro, en terrenos presuntamente fiscales, se erigen varias viviendas precarias. En el barrio estiman que allí están afincadas unas 20 familias. Más al fondo, comienza el perímetro del Hipódromo.

A ninguno de los entrevistados por este medio le tembló el pulso para indicar que desde ese asentamiento vieron salir y entrar a los ladrones que protagonizaron todos estos robos. Mientras que en 42 bis hay un muro que apenas tapa el caserío, al final de la calle 43 se abre un pasillo de comunicación.

Hace unos meses, a los robos se les había sumado, también el condimento de algunos incidentes con una comunidad umbanda que solía hacer rituales y que en ciertas oportunidades generó incidentes con heridos. El cóctel movió a los vecinos a reclamar respuestas: “Nos reunimos en asamblea con la policía, y la respuesta que nos dieron es que tienen pocos recursos”, recordó Soledad.

En uno de los márgenes del rombo del casco urbano, esa porción de barrio Hipódromo luce aún más desolada y desprotegida que otras zonas aledañas, en donde la inseguridad también golpea, con distintos picos de intensidad.