El bien y el mal definen por penal

“El bien y el mal definen por penal”, dice una de las estrofas de “Qué ves”, el hitazo con que Divididos rompió records y logró llenar trece veces el estadio de Obras Sanitarias. Formaba parte de “La Era de la Boludez”, uno de los mejores discos del power trío argentino.

En el fútbol argentino hace rato que el bien y el mal definen por penal. Para algunos, hay una delgada línea entre lo que corresponde y lo que está reñido con la ética y con la moral. Pareciera que da todo igual. Y si esta nueva AFA se maneja con los mismos vicios de la vieja, será otra oportunidad perdida.

Si finalmente esta tarde el Tribunal de Disciplina decide reanudar el partido y hacer jugar dos tiempos (uno de tres y otro de dos minutos) se consumaría, una vez más, el triunfo de los tramposos. Por razones varias. En primer lugar, porque no es lo mismo contar con cinco minutos en el final de un partido, cuando un equipo dominaba al otro, con los jugadores al límite de sus energías y pidiendo a gritos el final, que hacerlo otro día, en dos “mini” tiempos, con todos frescos y pudiendo quemar las naves por lo ínfimo de la duración de los “mini” capítulos por jugarse. Es imposible recrear el contexto original, por lo que el “perejil” Freyre (mandado por otros que ya parecen tener esas triquiñuelas -viendo los antecedentes- como modus operandi en ese club) terminará siendo el injusto ganador de esta historia.

El punto más importante es otro. El artículo 106 del reglamento de Transgresiones y Penas de la AFA es muy claro para casos de este tipo. Indica que se tendría que dar por perdido el partido a quien hiciera lo siguiente: “Cuando se produzca desorden o agresión en la cancha o entre el público asistente, promovido por dirigente, delegado, jugador o integrante de personal técnico de uno o de los dos equipos”. El reglamento es claro. Si esto no se cumple, será una invitación para que en cuanta definición tengamos por delante, aparezca cualquier “Freyre” interrumpiendo las acciones a su conveniencia.