Darín, el Presidente

En el marco de la promoción del filme de Santiago Mitre, dijo que “no encontró a ningún político al que no se le noten los piolines”

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El actor Ricardo Darín, que en el próximo Festival de San Sebastián, en septiembre, recibirá el prestigioso premio Donostia a la trayectoria, encarna en “La Cordillera”, el nuevo filme de Santiago Mitre que se estrena el próximo jueves, a un presidente argentino necesitado de construir poder en una cumbre que dura cuatro días y donde se cruzan los juegos de la alta política internacional, el cotilleo mediático y los dramas personales.

Rodada en un hotel de la cordillera chilena y con un reparto actoral monolítico que reúne a figuras argentinas como Erica Rivas, Dolores Fonzi y Gerardo Romano e internacionales como los chilenos Paulina García y Alfredo Castro, el mexicano Daniel Giménez Cacho y el norteamericano Christian Slater, el filme de Mitre (“El estudiante” y “La patota”) es un logrado thriller político con suspenso atrapante, que rinde homenajes a Hitchcock y Polanski.

A Darín, que en “La Cordillera” hace del presidente Hernán Blanco, le dicen últimamente que en el afiche de lanzamiento del filme se parece a Mauricio Macri, pero él lo niega. “Es peor, me parezco a Franco”, dice entre risas y, al mismo tiempo, interrogado sobre la experiencia de haber interpretado a un presidente, comenta que “es imposible llegar a la intimidad de esos personajes”.

“Creo que nunca llegás a entender en profundidad cómo se manejan figuras de tan alta exposición y de quienes dependen asuntos de tanto peso. Justamente lo que me resultó atractivo de la propuesta fue meterme a investigar cómo son estos tipos en la intimidad, cómo es un funcionario de alto rango en su casa, en la cocina, preparándose un café o tomando decisiones familiares, eso fue lo primero que me atrajo, aunque en realidad no llegás nunca a enterarte cómo funciona. Quizás sea casi imposible conocer la verdadera intimidad del poder sin ser parte”, asegura Darín, quien se refirió a cómo es el proceso de investigación a la hora de encarnar a una criatura como esta.

“En general, si vos lográs averiguar cómo piensa y siente un personaje estás cerca de andar en la zona del eje, si a eso le sumás datos importantes de su historia le aportás condimentos que te pueden ayudar a arrimarte más a ese centro que lo podría definir. Este personaje, según el guión, es alguien que fue intendente de una localidad pequeña de La Pampa, después gobernador, y que no tiene un partido fuerte que lo respalde. Lo que utilizamos para formarlo fue esa cosa medio campechana de ir manejándose dando la imagen de un ciudadano común, que es la cara visible que el personaje elige para mostrar, para cautivar. Después está lo que al tipo le pasa por dentro”, manifiesta.

Y a la hora de comparar profesiones, se refirió a las similitudes y diferencias entre las razas “actores” y “políticos”.

“Teniendo en cuenta que intentamos potenciar las características más amables y ocultar defectos y falencias podría haber ciertas similitudes entre un actor y un político. La gran diferencia está otorgada por la trascendencia de las acciones, en un caso son menos nocivas que en otros. La otra cuestión es que para los actores es un ejercicio bastante habitual ver maniobras y uno nota los piolines, porque es parte del oficio. Para mí los mejores políticos son a los que se les notan menos piolines, pero todavía no encontré ninguno al que no se le note ninguno, el día que venga un tipo y te hable de sus vulnerabilidades, de sus fragilidades, de los miedos que tiene, ese día nos enamoramos todos. Pero es difícil que aparezca, pareciera que todos necesitan mostrarte su contundencia, su solidez, su claridad para mirar la vida propia y la de los demás”, considera.

 

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