El interminable trámite para comer una golosina
Edición Impresa | 2 de Agosto de 2017 | 01:50

En un país en el que por ejemplo pueden de un momento a otro desaparecer expedientes de un juzgado y a las horas volver a aparecer, o en el que a plena luz del día se ve gente vendiendo productos de dudosa procedencia en Plaza San Martín o frente a la Legislatura, resulta curioso que se le ponga tantas trabas burocráticas a las personas que reciben encomiendas desde el exterior. Además de que resulta un despropósito que el destinatario, en este caso extranjero, se vea obligado a completar planillas de la AFIP y a pagar por el tiempo que ese producto estuvo almacenado en una dependencia pública. Se entiende por estos “detalles” la mala impresión que puede causar a los extranjeros estar en un país que resulta estricto en todos los controles que tienen un fin recaudatorio, pero hace la vista omisa a cuestiones más graves como las relacionadas a la circulación de mercadería ilegal y hasta de la droga misma.
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