La Región demanda más controles y educación ante las tragedias en el tránsito

Una vez más surgieron referencias estadísticas sobre la cantidad de víctimas fatales y de heridos en accidentes de tránsito registrados en la Región, que no dejan lugar alguno a la duda sobre la gravedad que alcanza el problema y acerca de la perentoria necesidad de que las autoridades y la sociedad en su conjunto impulsen acciones tendientes a que disminuya drásticamente la peligrosa anarquía que reina en nuestras calles.

Tal como lo acaba de informar una nota publicada en este diario, La Plata se ha convertido en la ciudad con más muertos por accidentes viales, con una tasa anual de una víctima fatal cada 6.831 habitantes. Para que se tenga una idea comparativa, en la ciudad de Buenos Aires la tasa es de una persona muerta cada 26 mil habitantes.

Asimismo, en lo que va de va de este mes ya murieron nueve personas por accidentes de tránsito en la Región. Con un par de semanas por delante, agosto se perfila como uno de los peores del año en la materia. Ya alcanzó la cifra de fallecidos que hubo en julio y sólo queda por detrás de abril, cuando hubo 11 víctimas. Si se compara con otros años, en agosto de 2015 murieron siete personas, y la cifra se repitió en 2016. En ambos casos, tres de esos siete eran motociclistas. La segunda causa de muerte fueron los atropellos por autos o motos.

Se destacó que una diferencia fundamental fue que el año pasado al terminar agosto la cantidad de víctimas de esos 8 meses era de 82: fue la antesala de un conteo final que al 31 de diciembre se cerró en 134 personas, uno de los peores índices de todos los tiempos. En 2017 ya se perdieron 76 vidas por la inseguridad vial.

Según destacaron los autores del relevamiento, integrantes de la ONG Corazones Azules, vista desde afuera, la Ciudad cautiva con sus paseos públicos, su oferta gastronómica o sus circuitos culturales. Pero en el día a día, a la vista de todos y para el sufrimiento general, los malos hábitos de manejo y la irresponsabilidad ganan la calle.

De sobra, ya se conoce la gravedad que exponen las frías cifras de la llamada siniestralidad vial, que, de todos modos y por lo visto, no alcanzan para traducir los dramas humanos que desata en forma cotidiana un tránsito indisciplinado. Tampoco, a decir verdad, parecen hasta ahora suficientes los cursos de enseñanza y de carácter preventivo y educativo que imparte la Municipalidad local en los tres niveles escolares. Ello no significa que debieran suspenderse, sino, por el contrario, intensificarse y ampliarse a todos los sectores sociales posibles.

También deben acentuarse los operativos de control del cumplimiento de las normas vigentes, más allá de reconocerse que el tránsito de la Región se encuentra colapsado por el enorme crecimiento del parque automotor, lo cual habla de la necesidad simultánea de que se avance en medidas estructurales de planificación urbana.

La experiencia internacional demuestra que una adecuada legislación y planificación combinadas con controles eficaces puede hacer bajar en una proporción muy sensible las estadísticas de accidentes. Comportarse en las calles exige no sólo una actitud de prudencia, sino de comprensión y respeto por la seguridad de los otros. Todo esto, que es demasiado elemental, no parece, sin embargo, estar lo suficientemente claro. Pero nuestra sociedad no puede permitirse el lujo de ignorar principios que son elementales.