Antecedentes y enseñanzas del terrible episodio que se vivió en el Colegio Nacional

Sobre la terrible determinación que adoptó una joven estudiante del Colegio Nacional de dispararse un tiro en la boca, frente a sus compañeros y durante el curso de una clase, nada podría siquiera conjeturarse hasta que la Justicia no reúna más antecedentes y, finalmente, se expida. En todo caso, lo que sí corresponde es confiar que la muchacha pueda superar el trance médico que atraviesa, internada en gravísimo estado en el Hospital San Martín.

También puede aludirse a la necesidad perentoria de que sus compañeros reciban contención y apoyo psicológicos, tal como se inmediato lo anunciaron las autoridades del Nacional frente a una situación tan traumática como la que atraviesa toda la comunidad educativa del colegio. En ese sentido, los docentes anunciaron que ya se encuentra actuando el gabinete psicopedagógico.

Lo que sí conviene, en cambio, es extraer conclusiones de naturaleza general, surgidas de incidentes análogos que se han venido presentando en nuestra zona y en el país, como los de los cuatro chicos de entre 16 y 20 años de edad que, en septiembre de 2016, se ahorcaron en el lapso de diez meses en la zona de 13 y 89. Como se sabe, los chicos eran amigos y vivían en un radio de tres manzanas, habiéndose conocido también que se registraron varias tentativas de suicidio en el barrio, en esos mismos días. En su edición de ayer, este diario reseñó, asimismo, otros casos resonantes y análogos.

Los especialistas suelen relacionar los suicidios y tentativas a situaciones de bullyng o acoso escolar. Peleas entre compañeros, armas, agresiones físicas o verbales de alumnos a docentes o hasta ataques cometidos por los propios padres de los chicos componen un cuadro en el que, de un tiempo a esta parte, las situaciones de violencia parecen haberse apoderado de las aulas.

Se ha señalado también que los intentos de suicidios durante la adolescencia suelen estar precedidos de señales anticipatorias formuladas por los protagonistas, que el entorno suele no ver, sea por desatención o por falta de preparación en los adultos. A su vez, debe tenerse en cuenta que la tasa de suicidios entre adolescentes se duplicó a lo largo de la última década, hasta convertirse en la segunda causa de muerte entre los argentinos que tienen entre 14 y 24 años de edad, según datos del Ministerio de Salud nacional.

Otro punto a considerar tiene que ver con la facilidad de acceso de los chicos a las armas, algo que en ocasiones causa en ellos un grado de curiosidad potenciada por el interés en explorar los límites. Si eso se une en un momento determinado con el importante crecimiento de la venta y de la presencia de armas en la sociedad, la combinación es especialmente preocupante.

Faltan, desde luego, muchos otros factores –algunos de ellos de naturaleza cultural, otros relacionados a la difusión de la droga en las franjas jóvenes- que la sociedad debiera contrarrestar con inteligencia, sin autoritarismos y, a la vez, marcándole rumbos seguros a los jóvenes que, fundamentalmente, necesitan dialogar mucho más con el mundo adulto para evitar así el aislamiento y la aparición de conductas extrañas.

Lo ocurrido en el colegio platense es, a la vez, una tragedia y un desafío. De allí deberían salir los estudiantes y docentes, así como la sociedad misma, fortalecidos por principios médicos, psicológicos y culturales que dejen la enseñanza mayor de que la vida, pese a todo, vale la pena de ser vivida.