La solidaridad de todos

El drama de las muertes dio paso a una reacción opuesta: la solidaridad de mucha gente que le donó a la familia lo que pudo. A la casa de Fernández llegaron colchones, vestimenta y frazadas. El trabajo de Miguel, que hace changas en obras en construcción, apenas alcanza para llevar el pan.

La buena voluntad fue abrumadora: “La gente se portó muy bien y ya no nos hace falta nada. La ropa que no les ande a las nenas la vamos a llevar al club Villa Montoro, porque también hay otros que necesitan. Nos ayudaron de todos lados, la mayoría de otros barrios, que se enteraron por los medios”, señala Miguel. Hubo una campaña de donativos organizada en el colegio industrial Albert Thomas, donde estudia la mayor de las hermanas.

Hasta los bomberos que aquella madrugada fueron a trabajar se acercaron después a dar calzado y otros elementos, sobre todo para la más chiquita. En estos días, la única carencia material para las más grandes son útiles escolares.

“También quiero hacerle una pieza y un bañito, acá en el terreno de mi casa”

“Remando”

Desde que la rescataron de la enorme fogata en la que se convirtió su casa, María Emilia Antesana lucha por sobrevivir. Las heridas más graves las sufrió en el cuello y la parte superior del pecho, aunque también se le quemaron los brazos y la cara. El 50% de su cuerpo quedó afectado, y por eso su estado es muy delicado.

Por supuesto, Miguel y el resto de la familia no pierden la esperanza:

“Mi hijo la vio el martes y cuando le hablaron ella movió la cabeza. Se la veía más deshinchada y con el color de piel de siempre. Vemos que está mejorando y es un alivio, una alegría, porque quiere decir que viene bien”, dijo.

Algunos sin ir al Policlínico, todos esperan el milagro. Inclusive la hija más chiquita, de cuatro años, que es consciente de lo que pasa y pregunta por su madre. Cada vez que eso pasa, “se te cae el alma, no sabés qué contestarle”, asegura Fernández.

Recién a más de dos días del incendio, Miguel tuvo un poco de hambre.

No podía ni comer de los nervios y el estrés de no saber qué pasaría con su hija adoptiva.

Un guiso de fideos para él y las nenas sirvió como antídoto al frío de agosto.

La misma postal de los almuerzos que Emilia compartió con su papá. La ilusión de que esa escena vuelva se mantiene.