De la calle a los juegos

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Durmientes, pasos a nivel, horarios, gente apurada, vendedores ambulantes, indigentes en las plazas. En ese universo de marginalidad, Damián pasó los primeros cuatro años de su vida.

Ahora se le abre la posibilidad de una nueva, entre perros, gatos, juguetes y en una calle sin tránsito. “Es un nene y tiene que hacer la vida de un chico. Los grandes son responsables de sus actos, pero él no”, analiza José sobre el estilo de vida de su sobrina y de Rodríguez, que ahora quedó preso.

El nudo de la cuestión ahora parece estar en el cambio que Analía debería procurarse para su vida. Toda la familia intenta convencerla de que abandone esa rutina de mendigar en vagones, apelando a la lástima de los que van o vuelven de trabajar. Aparentemente, ella está decidida a hacerlo.

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