La lucha de un niño trans para adecuar su cuerpo a su identidad de género

Por primera vez en sus trece años, Gonzalo festejó ayer un cumpleaños con nombre de varón. “No me gusta que digan que nací en un cuerpo equivocado como suelen decir de los trans”, explica resuelto y se acomoda su cabello azulado detrás de la oreja. “Me tocó este cuerpo y no es el equivocado, es el mío, pero quiero que tenga rasgos masculinos”. Y confiesa, entre risas, que cuando pueda tomar testosterona, va a dejarse una barba hipster. Con Abril, su hermana y aliada incondicional, comenzaron a comentar con sus padres lo que sabían del mundo trans hace ya varios años, pero fue un video del youtuber Miles McKenna el que lo alentó a expresarle a sus padres la necesidad de que ya no lo llamen por su nombre “biológico” y de encarar un tratamiento para evitar que la eclosión hormonal propia de la pubertad le acentúe los rasgos femeninos.

Frente a este anhelo, sus padres, Susana Roussy (38) y Mauro Alarcón (42), ambos empleados del ministerio de Infraestructura, acompañaron el deseo de su hijo y pidieron ayuda en el Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata, que ahora enfrenta por primera vez el desafío de tratar a un niño trans.

Frente al desconcierto de los médicos, Mauro y Susana decidieron viralizar por WhatsApp una sentida carta a los directores del Ludovica para pedirles que acepten llevar a cabo el tratamiento que le dará a su hijo aspecto de varón.

Los médicos reconocen que, si bien hay una ley de identidad de género que avala el pedido, nunca hubo en la Ciudad un caso igual.

Mientras tanto, Gonzalo ya comenzó a recibir inhibidores del desarrollo hormonal femenino en el área de reasignación genital del hospital Gutiérrez de nuestra ciudad, pionero en tratamientos de hormonización y reasignación genital en adultos.

UN “MALENTENDIDO”

En la carta que los padres hicieron pública, reclaman a los directores del Sor Ludovica que atiendan a su hijo en el hospital donde se atendió toda la vida: “desde que nuestro hijo pudo poner en palabras su identidad, desde que lo acompañamos a vivir como quien es, fuimos capaces de transformar nuestra realidad más cercana para hacer un mundo más amable para él. Unas líneas más abajo dicen que el Ludovica ha sido siempre su hospital de referencia y el primero al que recurrieron para comenzar el tratamiento de inhibición hormonal. “Por eso la negativa nos duele tanto”.

Sin embargo, consultados por este diario, los directores del Hospital de Niños aseguran que se trata de un malentendido. Ellos atienden a Gonzalo, incluso lo llaman por su nombre de elección en la historia clínica y en la sala de espera desde que su madre lo pidió, pero aseguran que necesitan armar un equipo y hacer consultas con el hospital pediátrico porteño Pedro Elizalde, único del país con experiencia previa en el tema, para dar curso al primer pedido que reciben para atender las necesidades de un niño trans.

El director del Ludovica, José Pujol, precisó que el lunes recibirá a la familia para acordar los pasos a seguir. Mientras tanto, en los últimos meses, tras consultar con varios pediatras y no encontrar respuesta, los papás de Gonzalo visitaron a la médica Claudia Capandeghi, del consultorio de hormonización del hospital Gutiérrez, con quien en abril ya dieron los primeros pasos de un tratamiento de “inhibición hormonal de su eje femenino”. Consiste en la aplicación mensual de una inyección que detiene el desarrollo mamario, de los órganos reproductivos y limita la menstruación. Recién a los 16 años podrá comenzar a tomar testosterona y, a partir de los 18, estará en condiciones de someterse a una cirugía de reasignación genital, que culmina con la colocación de una prótesis peneana. Hoy, mientras cumple sus 13 años, Gonzalo no tiene decidido si va a entrar al quirófano o no.

Sentados a la mesa del comedor, Susana y Mauro confiesan que el proceso fue extenso y que con su marido atravesaron “una especie de duelo”. Gonzalo los mira con desaprobación. Rechaza esa palabra. Pero asegura que siempre se sintió cuidado y apoyado por su familia.

Hace un par de años, cuando confesó que le gustaban las chicas y le pidió a sus padres que lo acompañen a la marcha del orgullo gay, pensó que esa forma de “salir del closet” lo haría libre y feliz. Pero pronto se dio cuenta de que no era suficiente. Por eso ayer, al soplar las 13 velitas cerró los ojos y pidió poder hacer realidad también el deseo de transformar su cuerpo.