Una carta podría develar el misterio y reabrir el caso de “la fuga del siglo”

Mi nombre es John Anglin. Escapé de Alcatraz en junio de 1962 con mi hermano Clarence y Frank Morris. Tengo 83 años y estoy en mal estado. Tengo cáncer. Sí, todos pudimos escapar esa noche, ¡pero por poco!. Casi sesenta años después de la que fue considerada “la fuga del siglo” y en la que tres presos lograron escapar de la mítica cárcel de Alcatraz, una carta escrita a mano -recibida por las autoridades de San Francisco en 2013 pero difundida recién ahora- podría corregir la historia oficial de aquel escape y develar así un enigma alimentado hasta ahora por el fuego del misterio, el cine y la leyenda.

En el famoso escape -que inspiró a la legendaria película “La fuga de Alcatraz”, protagonizada por Clint Eastwood en 1979- los tres presos huyeron abriendo boquetes en sus celdas, arrastrándose por las tuberías internas de la prisión y lanzándose al agua en una improvisada balsa. Hasta ahora, y si bien los cuerpos de los presos jamás aparecieron, la versión oficial indicaba que las heladas corrientes de la bahía de San Francisco habían terminado con sus vidas. Hasta ahora.

La carta recibida en 2013 por el departamento de policía de San Francisco brinda más detalles: Si anuncian en TV que prometen enviarme primero a la cárcel por no más de un año y me dan atención médica, volveré a escribirles para decirles exactamente donde estoy. No es un chiste. Esto es real y la honesta verdad.

Lo cierto es que el FBI investigó la carta ese mismo año para intentar hallar huellas digitales, rastros de ADN, alguna pista en la tipografía, pero al final dijo que los resultados eran inconclusos.

crónica de una fuga

El plan de escape diseñado por los tres delincuentes -dedicados por entonces al robo de bancos- fue perfecto y elaborado supuestamente por Morris. Ejecutado el 11 de junio de 1962, cincelaron el hormigón -dañado por la humedad del mar- con herramientas tan básicas como una cuchara, una moneda o un improvisado taladro inventado con una aspiradora robada pero que sirvió para hacer el impensado túnel de escape. Luego de atravesar lo que era la puerta de entrada del túnel, los tres reos caminaron en la oscuridad de la noche a través de cañerías hasta llegar al techo. Con unos salvavidas improvisados y muy precarios, intentaron llegar a tierra firme, algo que las autoridades descartaron todos estos años que hubieran logrado.

Pero su plan -como cualquiera que vio la famosa película lo sabe- no terminó ahí: para ganar tiempo en la búsqueda y desorientar a los guardias, los tres delincuentes decidieron engañarlos colocando muñecos en sus camas para que creyeran que estaban durmiendo durante toda la noche. Las cabezas de estos maniquíes fueron hechas con papel maché y plástico. Y las pelucas tenían pelo auténtico. El engaño fue absoluto y resultó un suceso conmovedor para la época.

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Más de medio siglo después, la carta escrita supuestamente por uno de los hermanos Anglin describe que él vivió durante muchos años en Seattle, en Dakota del Norte, y que actualmente -al menos hasta el año 2013- reside en el sur de California. El fugitivo también cuenta en la carta que sus cómplices están muertos: Frank Morris murió en 2005, mientras que su hermano Clarence en 2011.

Si bien poco tiempo después del histórico escape el FBI dio por muerto a los tres fugitivos, la familia de los Anglin siempre sostuvo que habían sobrevivido y que se habían mudado a Brasil, desde donde mantenían el contacto bajo una falsa identidad. Incluso un documental de The History Channel de 2015 (Alcatraz: la búsqueda de la verdad) difundió una foto de los supuestos hermanos Anglin vivos y contentos, tomada en Brasil 13 años después de la fuga de la mítica prisión.

En ese documental, los responsables del programa visitan el lugar de los hechos y hacen referencia a una de las incógnitas más repetidas en los últimos 50 años: la madre de los Anglin continuó recibiendo flores y tarjetas de sus hijos hasta mucho tiempo después de la fuga.

Según la carta que en las últimas horas comenzaron a difundir los medios norteamericanos, Frank murió en octubre de 2005. Su tumba está en Alexandria bajo otro nombre. El autor de la carta agrega que pasó varios años viviendo en Seattle y, como se dijo, en Dakota del Norte durante ocho años. Nada dice, sin embargo, de su supuesto paso por Brasil.

Pese a este giro en la historia, por ahora el FBI mantiene su teoría que los tres prisioneros murieron en las aguas frías de la Bahía de San Francisco. El misterio, sin embargo, parece resurgir del fondo del tiempo y alimentar aún más la leyenda de una fuga de película.