Un paseo por la Casa Curutchet con su guía, Daniel Hendler
Edición Impresa | 29 de Enero de 2018 | 04:58

A los 75 años, a Graciela Taquini, la pionera en la realización y la difusión del videoarte y las tecnologías digitales en la Argentina y ex programadora de cine y video en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, le hicieron una oferta que no pudo rechazar: dirigir su ópera prima, “La obra secreta”, que construye una ficción, la del encargado de las visitas guiadas a la Casa Curutchet, el obsesivo Elio Montes (Daniel Hendler), en torno al arte y el pensamiento de Le Corbusier, considerado como uno de los principales exponentes de la arquitectura moderna y uno de los más influyentes del siglo XX.
“Mi relación con el cine es muy vieja, mi vocación viene desde hace tiempo. Estudié artes en Filosofía y Letras porque no había donde estudiar cine. Descubrí la obra de Jorge Prelorán y me volqué al cine antropológico, pero luego me dediqué al videoarte”, sostuvo Taquini sobre las armas que trajo a esta primera experiencia como cineasta, una cinta rodada en la Casa Curutchet de la Ciudad y que cuenta con guión del platense Andrés Duprat, guionista de “El hombre de al lado”, también rodada en la vivienda modernista, y “El ciudadano ilustre”, ambas filmadas por su hermano Gastón en sociedad con Mariano Cohn.
Duprat escribió la historia pensando en dirigirla, pero cuando otros compromisos se interpusieron, los Duprat y Cohn pensaron en Taquini “porque querían que yo le pusiera una impronta experimental”.
“Yo le dije ‘estás loco’: yo he hecho video arte, un trabajo menos complejo que hacer una película, y no me sentía preparada. Y me lo proponen ya con 75 años...”, dice risueña la artista, pero los tres, a quienes conoció en los ‘90 la artista, le insistieron: “¡Vos sos nuestra Agnes Varda!”, le dijeron, y aunque ella sostiene que lo es “solo de pinta”, no pudo rechazar la tentadora oferta. “A 30 años de mi primer video arte (’Roles’, 1988), estrenar mi ópera prima es un acto simbólico. Y esperanzador”, cuenta en diálogo con EL DIA Taquini.
Acompañada en su primera aventura cinematográfica por dos estudiantes de arquitectura (los Duprat) y “fanáticos de Le Corbusier, pequeños Elio Montes”, asistida en la realización por el platense Jerónimo Carranza, habitual colaborador de Cohn-Duprat, y con “inputs” incluso de Hendler en la construcción de su personaje, Taquini destaca que se trata de una “película coral”.
La artista cuenta que su ópera prima “es muy experimental, como un híbrido entre filme didáctico de arte y arquitectura y la utilización de líneas narrativas especiales y funcionales a cada punto del relato. No creo que haya muchas películas similares en la historia del cine argentino”. La cinta entrelaza tres relatos: el rescate de la figura del también urbanista y pintor suizo, medio siglo después de su muerte; un recorrido por la casa Curutchet de La Plata, la única obra que diseñó en América Latina; y la influencia que ejerció sobre Elio Montes (Hendler), un ex estudiante de arquitectura que se encarga de las visitas guiadas de esa vivienda.
LE CORBUSIER
Así, por un lado, un Le Corbusier fantasmal (Mario Lombard) solo habla a través de sus textos narrados en off y recorre la ciudad “como un flaneur que encuentra la ciudad tercermundista”, poniendo en escena una de las cuestiones que interesaban a la artista, “el enfrentamiento entre un personaje modernista, utópico, enfrentado a la ciudad posmoderna. No tiene por qué ser un enfrentamiento feroz: tenemos que cuestionar a nuestros referentes, pero no sin cierta fascinación”, explica.
La influencia de Taquini en el filme se nota en algunos recursos propios del videoarte puestos en función de mostrar la presencia imaginaria -casi como si fuera un holograma- del espectro de Le Corbusier recorriendo las calles de La Plata, en donde las imágenes se espejan en simetrías caleidoscópicas y se multiplican en sobreimpresiones, o los suelos se convierten en copas de tilos, uno de los árboles típicos de la capital bonaerense.
“La arquitectura está más allá de los hechos utilitarios. Es un hecho plástico. (…) La arquitectura es arte en su sentido más elevado, es orden matemático, es teoría pura, armonía completa gracias a la exacta proporción de todas las relaciones: esta es la ‘función’ de la arquitectura”, afirma en off el fantasma de Le Corbusier y seguirá hablando a través de sus textos más adelante, mientras recorre con su cámara fotográfica las diagonales platenses.
LA FICCIÓN
Paralelamente, en la Casa Curutchet, la única edificación que diseñó el arquitecto suizo en América Latina (y que fue ejecutada por su colega argentino Amancio Williams), Elio Montes da cuenta de su obsesión por la obra y el pensamiento de Le Corbusier en exhaustivas visitas guiadas que ofrece a través de los espacios despojados de la magnífica vivienda, con su ventana corrida, sus columnas cilíndricas, su terraza jardín y su fachada y planta libres.
“Elio era mucho más perdedor al principio: mi esfuerzo, quizás porque mi primer trabajo fue ser guía de museos, fue transformarlo. Por más que es un inmaduro, para mí que sea un muy buen guía, un apasionado, me parecía positivo. Quería que sea un personaje querible. La gente está amasada de sus virtudes y sus defectos”, revela Taquini.
Montes es el eje de una cinta entre la comedia y el ensayo, que enmarca “un documento artístico de cómo ver la casa Curutchet, un importante rescate historiográfico de la obra de Le Corbusier en La Plata”: a través de esta forma, Taquini y equipo buscaron superar “el género documental de arte: en general son documentales con expertos que hablan de la obra, la muestran”, para evitar caer en “la película documental sobre arte de ‘qualité’, pretenciosa, aburrida” y de esa manera, a la vez que se homenajea a la figura del arquitecto modernista, “desolemnizar el arte”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE