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Espectáculos |TEMPORADA TEATRAL EN MAR DEL PLATA

Luciano Cáceres: la audacia tiene ojos color de cielo

“El ardor”, la comedia dramática que protagoniza y dirige, rompe convenciones en La Feliz. El actor y director no quería resignar su forma de entender el teatro, se la jugó y ganó: el espectáculo es el más nominado a los Estrella de Mar

Luciano Cáceres: la audacia tiene ojos color de cielo

Luciano Cáceres posa para EL DÍA con el mar de fondo

María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

31 de Enero de 2018 | 03:38
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Por estas horas, en Mar del Plata, el nombre de Luciano Cáceres(41) es la referencia obligada en el circuito teatral porque la rompedora obra que protagoniza y dirige, “El Ardor”, cosechó ocho nominaciones a los Estrella de Mar que se entregarán el próximo lunes.

Con texto del dramaturgo bonaerense Alfredo Staffolani, la pieza que se ofrece de viernes a domingo en la Sala Piazzolla del Auditorium, supuso el estreno oficial de un espectáculo en Mar del Plata después de 25 años.

A Cáceres, respaldado por una trayectoria de dos décadas como director de teatro, y tres como actor desde su debut a los 11 años en la obra “Heredarás el viento” con dirección de Alejandra Boero, el estreno no le metió presión.

Sí le sorprendió la elección de este material que se proponía hablar de los vínculos de una familia estallada desde un living de una casa en un escenario “en el que entrarían 50 familias” como la que se describe en el guión. Ese desafío motorizó su trabajo.

Cáceres pensó un dispositivo de distintos niveles que hace que ese sillón, de alguna forma, represente toda la casa, y obligue a sus integrantes a estar pegoteados todo el tiempo. De esa forma, no sólo recreó escénicamente la intimidad que el texto respira sino que se burló de esa gran profundidad que el escenario presenta, en el que corrían el riesgo de estar “totalmente aislados y ni tocarse”. Algo que sorteó con éxito.

Con la estructura delimitada, la pregunta sobre el de qué hablar apareció, y la mirada de Cáceres, también.

“Me parecía interesante forzar la comedia que tenía el texto sobre todo por una cuestión de preconcepto que tenía con respecto al entretenimiento en Mar del Plata. Creo que muchas veces se subestima al espectador dándole todo digerido, por eso busqué que la gente pueda seguir una historia de una manera no convencional”.

Todo se muestra muy desenfadado en esa familia que parece comunicarse a través del alcohol, generando situaciones tragicómicas. “Así, cuando entendés el verdadero ardor del que habla la obra, de algo interno que quema y que duele, que se necesita encauzar, el contraste es mayor”, manifestó.

Para ese objetivo, Cáceres se apoyó en diferentes recursos escénicos y multimedia que hacen de su propuesta más que una obra de teatro una experiencia teatral. Según explicó, buscó “reforzar las ideas que la gente tiene del ardor, del calor y de la calentura, para que luego la trompada sea más fuerte”.

La pieza, que además de Cáceres incluye las actuaciones de Valentina Bassi, Santiago Magariños y Joaquín Berthold, explora temas como “la incomunicación diaria, la resignación y el estancamiento”. También nos refriega en la cara la desidia en la que, aún sin querer que así sea, vivimos asfixiados.

“Me parecía interesante mostrar el contraste porque el que menos acepta lo que está sucediendo en esa familia, es el más cariñoso de todos, porque él con su hijo es muy tierno pero no puede ver lo que le pasa, no reacciona. Le están violando a la mujer, el pibe casi se pega un tiro, la mujer lo abandona y este dice ‘ya se le va a pasar, vení, quedate acá, tomemos algo’. El cree que hay que seguir para adelante así como están. No lo hace de malo, no se da cuenta, y eso lo hace extremadamente tierno”.

Cáceres, que aseguró que se puso del otro lado del escenario porque tenía la necesidad de empezar a protagonizar proyectos más grandes, definió su estilo de dirección como una especie de “cubista teatral”, rechazando la frontalidad que propone la convencionalidad escénica. “Siempre el espectador tiene un solo punto de vista donde está mirando, entonces lo que yo intento con mis puestas es poder ampliar esas caras. Por eso hablo del cubismo como una metáfora: poner todos los lados de una cosa hacia el frente”.

En el escenario, la maquinaria está siempre en funcionamiento. Además de la escena protagónica, podemos ver lo que hacen y lo que piensan los demás personajes, a través de proyecciones o espacios que, en paralelo, funcionan como refugios hasta catárticos. Una decisión que nació de su creatividad (no había nada de eso en el texto) y que le permitió “ganar en espectáculo”.

En un living sin televisor ni internet, la música gana terreno a todo volumen. Canciones de ritmos varios que no están elegidas al azar, canciones que refuerzan conceptos, canciones que hacen las veces de separador de escenas. Canciones que distienden en medio de tanto drama.

No hay portazos en la pieza, hay caídas que grafican de cierta forma la liberación de la tensión reinante. Me dejo caer, me dejo llevar, me olvido, me voy.

Cáceres, que ha dirigido más de cuarenta puestas y que ha actuado en más de cien, reconoció que tiene una idea diferente a la hora de pensar las puestas, en la que sin miedo a que “el burro se espante”, se pone por encima de todo. “Primero pienso que me atraiga, que me entusiasme. Me gusta la idea de teatro como experiencia, y que no quede solo en el aplauso”. Y dijo, además, que la aceptación o no de su propuesta, queda en un segundo plano: “Si genera debate, para bien o para mal, para mí ya está”.

A pesar de haber dicho que “nunca más” iba a ponerse en el doble rol de actor y director, reincidió, y confesó que lo pudo hacer porque tuvo un buen equipo en el que apoyarse. Explicó que, como director, entiende al actor de una forma “funcional”, sin tanto análisis y con más acción, entendiendo que a veces la práctica más intelectual atenta contra la naturalidad necesaria para hacer verosímil el cuento de situaciones de la vida real.

Consultado en relación a si descubrió algún punto de contacto con algunas de las cuatro criaturas que habitan ese sillón, remarcó que no en lo específico. “Sí, obviamente, en el sentido de la incomunicación de la que habla la obra, me ha pasado un montón de veces de estar con alguien con el que no me puedo comunicar”. De todos modos, y en relación a la paternidad, destacó que está “ muy atento a todo lo que sucede” con su niña.

Su niña es Amelia (8), nacida como el fruto de su amor con la también actriz y cantante Gloria Carrá, y con la que está compartiendo estos días en Mar del Plata. Dijo que hoy en día toda su atención está puesta en la pequeña que heredó sus ojos color de cielo y que no dudó en interrumpir la entrevista para abrazar a su papá y recordarle lo mucho que lo quiere. Luciano se desarmó de amor.

Respondió que sí, que su forma de ver el mundo cambió por completo cuando se convirtió en padre. “Automáticamente comprendí los grandes temas de la existencia, esta idea de aspiración a vivir en el presente. Te vas dando cuenta cómo uno valoriza cosas que no tienen ningún sentido, cosas que distraen, que no llenan. Con la llegada de Amelia se me simplificó todo”.

“La llegada de Amelia me simplificó todo. Te vas dando cuenta cómo uno valoriza cosas que no tienen ningún sentido”

“Se subestima al espectador, se le da todo digerido. Quise que la gente pueda seguir una historia de una manera no convencional”

 

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Luciano Cáceres posa para EL DÍA con el mar de fondo

Escena de “El Ardor”, que Cáceres protagoniza y dirige en Mardel

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