55 años sin Piaf: una mujer frágil, una vida de dolor, pero una voz invencible

La artista superó una infancia tremenda, protagonizó una vida de película y se convirtió en la mejor cantante del siglo XX

Edición Impresa

De los bajos fondos de París, se convirtió en la máxima estrella de la canción francesa. Canciones como “La vie en rose”, “Non, je ne regrette rien” o “Padam padam” la inmortalizaron: por eso, 55 años después de su muerte, todos saben quién fue Edith Piaf.

Edith Piaf había nacido el 19 de diciembre de 1915 en el patio de la comisaría del barrio Belleville, de París. “Mi madre era alcohólica y drogadicta, y cuando sintió los dolores de parto, salió a la calle y la encontraron tirada y balbuceante. No dio tiempo a que la llevaran al hospital y entonces yo nací en el patio del edificio que ocupaba el cuerpo de policía del barrio”, contó la cantante en una entrevista.

Siendo una niña, en vez de acudir a la escuela, su padre la puso a trabajar en el grupo artístico de su padre hasta que la dejaron al cuidado de la abuela para salir de gira por los pueblos de la geografía francesa. Su tía vivía con su abuela y regentaba una casa de prostitución. A los 15 años se trasladó al centro de París, donde comenzó a ganarse la vida cantando en la calle y en los cafés, hasta que se convirtió en una parte del paisaje urbano de la que entonces estaba considerada como la “Ciudad Luz”.

Después de haber vivido todo tipo de aventuras y desgracias, a los 16 años quedó embarazada y tuvo una niña que murió a los dos años de meningitis, por lo que tuvo que prostituirse para pagar el entierro. Aquella pérdida le agudizó el poco interés por la vida, aunque continuó deambulando por las calles sin otro equipaje que su voz, consiguiendo derramar lágrimas a los transeúntes, sorprendiéndoles con su desgarrador dramatismo y su melancólica.

Pero en 1935, a los 20 años de edad, la descubrió Louis Leplée, propietario de uno de los cabarets más elegantes de París, el “Gerny’s”, ubicado en los Campos Elíseos. Fue quien la bautizó con el nombre de “El Pequeño Gorrión de París”. El resto es historia: la potencia de su voz y su expresivo estilo la situaron en la fama en la capital.

Vivió diversas relaciones sentimentales, que duraban poco debido a su inestabilidad emocional. En 1948, coincidió con el boxeador Marroquí Marcel Cerdan en Nueva York, y entre ellos surgió una hermosa historia de amor. Aquella pasión duró un año, ya que el púgil murió en un accidente de aviación, ocasionando a la cantante una depresión de la que, según sus más allegados, jamás se recuperó.

Aunque la cantante nunca disimuló su debilidad por la bebida, tras la irreparable pérdida del hombre que amaba, se entregó más al alcohol y las pastillas para dormir. En otra entrevista confesó: “Es de la única manera que puedo seguir cantando”.

Pero Piaf vivía, además de con el corazón roto, con dolores físicos por los que le suministraran grandes dosis de calmantes para seguir, hasta el punto de que su propio médico le dijo que se estaba suicidando. No obstante seguía cantando, y le comentó a su médico: “Si usted me prohíbe que cante, sí me voy a suicidar”.

Su último disco fue “El hombre de Berlín”. Terminada el esta grabación hubo que ingresarla en el hospital donde los médicos pronosticaron que sólo un milagro podría salvarla. Edith Piaf padeció una larga agonía. Cuando falleció, el 10 de octubre de 1963, la curia romana impidió que le ofrecieran una misa fúnebre, por considerar que “había vivido en estado de pecado”. Pero el mundo entero se había puesto a sus pies, porque fue la mejor cantante francesa del siglo XX. Su cadáver fue expuesto durante dos días, y frente a él desfilaron cientos de miles de personas de condición humilde para presentarle sus respetos llegando a romper las barreras y cordones policiales. No faltaron las prostitutas de París, así como los “clochards” y los vagabundos, un mundo que solía frecuentar la artista aún siendo la máxima estrella de la canción francesa.

Así fue su vida: todos tenían una opinión de ella, pero enmudecían ante su canto. Piaf era frágil pero su voz fue invencible. Medía apenas 1,46 metros, pero su mirada era tan penetrante que conmovía a todos. Su sola presencia hacía descubrir que el alma también duele.

 

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE