Los lapachos florecieron y ponen en modo primavera a la Ciudad

Presencia bienvenida que asoma entre las marquesinas, el cemento, el vidrio y el metal de la Ciudad, los lapachos platenses ya empezaron a desplegar sus encantos. Un impactante corredor rosado de copas en flor le otorga continuidad paisajística por estos días al eje comercial de calle 12 entre 54 y 64, y en plazas de todo el casco fundacional se aprecia la generosidad estética de esta especie oriunda del noroeste argentino que inaugura una nueva temporada de colores, formas y perfumes para el rico arbolado local.

En las próximas semanas, muchas de las más de cien especies que habitan las veredas, ramblas y espacios verdes comenzarán a entregar sus versiones de gala. Los lapachos ya están en eso, ofreciendo sus flores tubulares acampanadas de tonalidades entre rosa y el púrpura, en lugares como la ya citada calle 12, pero también en 5 y 46, 4 y 47, diagonal 79 y 57, 10 entre 40 y 41, el sector cerrado del parque Saavedra, diagonal 73 y 118, 120 y 72, y otras plazoletas de las diagonales “cortas” -76, 77, 78 y 80-, además de ubicaciones esporádicas en veredas del casco fundacional y su periferia.

Se trata de una especie autóctona, proveniente de la selva de yungas, cuyo auge en la Ciudad es relativamente reciente. Las más antiguas de las plantaciones colectivas hechas por la Comuna, la UNLP y varias organizaciones no gubernamentales para reforestar ramblas, veredas, jardines y paseos, no datan en general de más de quince a veinte años, por lo que la mayoría de los ejemplares vive sus años de juventud. Si bien los hay con flores blancas o amarillas, aquí predominan de manera casi excluyente los rosados (Tabebuia avellanedae).

Aptos para el arbolado de las veredas por su porte mediano a grande -pueden llegar a los treinta metros de altura-, y sus raíces profundas que no suelen generar abultamientos en la base del tronco, los lapachos tienen follaje semipermanente; su madera rosada es codiciada por los ebanistas y sus hojas, que desaparecen por completo para dejar paso a la floración, así como su corteza, tienen propiedades medicinales.

Los expertos señalan que en estas latitudes el espectáculo de su floración puede durar hasta fines del octubre o mediados de noviembre, ya que en verano los lapachos sólo tienen hojas. Si bien los ejemplares platenses alcanzan menor envergadura que los norteños, conservan todas sus virtudes naturales.

Entre las amenazas que pueden afectar su integridad, más allá de las originadas por actividades humanas -que son las más riesgosas y frecuentes- como podas mal realizadas por particulares o el municipio, talas clandestinas o corte de raíces por parte de empresas de servicios, hay que prestar atención al eventual ataque de las cochinillas “cerosas” y la proliferación de claveles del aire.

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AGENDA SIN RESPIROS

También oriundo de las yungas, el jacarandá tomará la posta del lapacho a inicios del mes que viene; “jacaranda mimosifolia” según su nombre científico, “tarco” o “palisandro” en el habla popular, embellece la diagonal 73 entre 7 y 44, los jardines de la Facultad de Ingeniería y el Colegio Nacional y varias plazas, además de decenas de cazuelas del ejido fundacional.

Muchos de estos ejemplares ya están perdiendo sus hojas como antesala de la aparición de sus flores color lila, que durarán en las ramas varias semanas si las lluvias y vientos lo permiten.

Los lapachos tienen un follaje semipermanente, su madera rosada es altamente codiciada

La diagonal 73, entre 1 y 7 -plazas Matheu a Rocha- también aloja en su rambla decenas de tipas, enormes árboles con hojas ovaladas de color verde opaco y copas de grandes dimensiones que “lloran” en verano. Esta especie florecerá en tonalidades amarillas entre noviembre y diciembre, cuando también lo harán arbustos como las coronas de novia, los jazmines, y las Santa Rita, y los ceibos, con sus flores de un rojo intenso.

Completando la avanzada subtropical del noroeste argentino en nuestra ciudad, los palos borrachos mostrarán sus flores amarillo-crema o rosadas, hacia fines de noviembre. Y las catalpas dejarán ver hacia diciembre racimos de flores blancas y aromáticas. Ese será el tiempo de los paraísos, con flores de color liliáceo o púrpura y perfume sutil pero inconfundible, y los emblemáticos tilos, con sus ramilletes de inflorescencias blancas y amarillas. Los delicados crespones o árboles de Júpiter florecerán en verano, con tonalidades del blanco al rojo.

Este atractivo calendario visual se cumplirá de no mediar fenómenos climáticos extremos o inusuales; como el aumento paulatino de las temperaturas post-invierno es el que dispara la etapa de floración y el ciclo de mayor desarrollo arbóreo, cada sobresalto -irrupciones de frentes fríos, tormentas de viento, sequías y olas de calor- puede modificar los tiempos y condicionar la exuberancia.