Un conductor defendió a otro de una patota: le robaron y casi lo linchan

Además, le destrozaron el auto. La víctima, de 47 años, fue trasladada a un hospital. “Quiero que los encuentren”, pidió. Los agresores eran cinco, de entre 15 y 17, aunque sospechan que uno podría ser mayor

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“Sin piedad y con extrema violencia”. Así comentó una vecina de 67 entre 9 y 10 el incidente que tuvo como protagonistas a un hombre de 47 años y a cinco jóvenes, presuntamente menores de edad, que lo golpearon y le destruyeron el auto.

Todavía con lesiones en el rostro y en el resto del cuerpo, Jorge Cuenca relató a este medio cómo fue el cobarde ataque que sufrió a manos de la patota en la tarde del último sábado, que lo mandó al hospital.

“Eran cerca de las 18.15 y yo venía de dejar a mi hijo de 11 años en un cumpleaños”, dijo.

Al arribar a la esquina de 67 y 10 observó a “unos chicos en bicicletas, que circulaban en contramano por la 10 haciendo wheele” y discutían con “una persona mayor, que iba en una Renault Duster”.

Para “evitar que la situación pase a mayores”, Cuenca tomó partido por el otro conductor -“que tenía derecho de paso”, aclaró- y le pidió a los adolescentes que desistiesen de su actitud.

Ellos lo miraron con mala cara, pero a los pocos segundos siguieron su marcha.

Para Cuenca, “todo había terminado ahí”. El otro sujeto lo saludó y le agradeció la intervención, tras lo cual ambos continuaron por sus respectivos caminos.

Piedras, golpes y robo

A mitad de cuadra, en 67 ente 9 y 10, uno de los chicos se le cruzó “de la nada” y se puso delante del coche, un Peugeot 307.

En su mano llevaba un ladrillo, que no dudó en arrojar hacia el parabrisas del vehículo.

El proyectil “hizo estallar el vidrio y me pegó en toda la cara”, recordó Cuenca, que ni siquiera llegó a procesar lo que estaba ocurriendo antes de que otra piedra, esta vez desde el sector del acompañante, rompió la ventana y le dio de lleno en la sien.

Sin saber qué hacer y “atontado” por los dos golpes, bajó del rodado para guarecerse en otro lugar.

Sus agresores lo estaban esperando. Apenas colocó un pie en la cinta asfáltica, lo recibió otro objeto contundente que le pegó en la cabeza.

Con ese último impacto cayó al suelo, desvanecido. En el momento en que se recuperó se dio cuenta de que su condición había empeorado: ahora lo tenían asido.

“Uno me agarró -por su contextura física creo que era mayor de 18 años-, me trabó los brazos y el cuello con una llave. Entretanto, los otros cuatro comenzaron a pegarme patadas y trompadas. Además utilizaron palos y un fierro”, detalló la víctima.

Todavía sentido por los continuos ataques, intentó defenderse de cualquier manera posible.

Así, “logré tomar a uno de la cara y meterle el dedo en la oreja. A otro le di en el ojo”. Con esas dos respuestas pudo liberarse y terminar con el asedio.

Tal vez ya cansados, los asaltantes lo soltaron. “Dale, dale, ya está”, les habría dicho el que, para el damnificado, no era un menor.

En el lugar se había reunido un grupo de vecinos que, ante el ruido de la gresca, salieron a ver qué ocurría.

Esa presencia “tuvo un papel fundamental” en el alejamiento de la banda. No obstante, antes de retirarse le arrojaron a la víctima algunas piedras más, para asegurarse de que no fuera a seguirlos.

Una vez logró ponerse en pie, Cuenca notó que una de sus rodillas había sido severamente dañada.

Presentaba varios traumatismos en la cara y otros tantos en el tórax, en el abdomen y en sus piernas.

Como pudo, se acercó rengueando al auto y verificó que faltaban diversas pertenencias.

“Se ve que mientras unos me pegaban, el resto aprovechó para robarme la notebook, un GPS, una tablet, el celular y hasta el espejo retrovisor”, señaló.

La Policía y el SAME llegaron enseguida. Y, tras una breve persecución, la patota logró escapar.

“UNA DESGRACIA CON SUERTE”

Para Cuenca, el mal momento que pasó podría haber sido muchísimo peor.

En ese sentido, el trabajador del Astillero Río Santiago manifestó que se trató de “una desgracia con suerte”.

“Agradezco a Dios que estaba sin mi hijo. La segunda piedra ingresó justo donde lo había sentado unos minutos antes, si le llegaba a pegar no sé qué hubiera pasado”, indicó.

Por otra parte, luego de realizar la denuncia correspondiente y “pasar todo el día con el cuerpo médico y en el taller con el coche”, Cuenca dijo estar “complicado anímicamente, que te golpeen así es una locura”.

“En mi vida vi algo así. Mucho menos vivirlo”, añadió al respecto.

Asimismo, sostuvo que “las consecuencias que trae esto es lo peor, no poder dormir, faltar en el trabajo, lo económico”.

En cuanto a sus atacantes, refirió: “Quiero que se los encuentre, que se tome alguna medida. Si no pueden ser responsables ellos, que se hagan cargo los padres de lo que hicieron”.

“Están jugando con que son menores, saben que son impunes”, reflexionó. Por último, reveló que una de las frentistas le dijo que no era la primera vez que algo así sucedía en la zona.

 

 

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