Agarrate Catalina: “El Frankenstein que armamos camina y anda solo: eso es alucinante”

Con el termo bajo el brazo, los hermanos Yamandú y Tabaré Cardozo, dos de las caras más reconocibles de la exitosa murga uruguaya Agarrate Catalina, pasaron por la redacción de EL DIA, días antes de su regreso a la Ciudad, de la mano de su espectáculo “15 + 2”, con el que celebran sus 17 años de vida.

“Es un show que debió ser para los quince años pero por una cuestión de ‘tiempos uruguayos’, los quince los festejamos a los 17”, reconoce, entre risas, Yamandú, director responsable de la murga y uno de los letristas más aplaudidos en el mundo de carnaval.

Básicamente, se trata de “una excusa” para recorrer diferentes momentos de la historia de la Catalina, “canciones con las que teníamos ganas de volver a vincularnos”, agregó Yamandú, para quien la dinámica de trabajo del género carnavalero, de espectáculo tras espectáculo, “hace que vos vayas dejando cosas atrás que todavía tienen posibilidades de ser cantadas, y que además tienen vigencia y disfrute”.

Por eso, la propuesta con el que se presentarán esta noche en el Teatro Metro los tendrá usando “pieles que hace tiempo que no te ponés encima, y a las que siempre tenés ganas de volver”. Un repertorio con doble entrada, “para coleccionistas, si querés, por un lado, pero por otro lado también como un primer paso para acercarte a la Catalina, con cosas que de repente no habías visto nunca”.

La génesis del “15 + 2” llegó, según contó Tabaré, poeta y letrista, además de director musical y escénico de la murga, mientras tomaban una decisión trascendental: volver o no volver al Concurso Oficial del Carnaval, en el que debutaron en 2003 y en el que levantaron la copa en cuatro ocasiones (2004, 2006, 2008 y 2011), siendo el conjunto más premiado del siglo XXI. Agarrate Catalina, una de las murgas más populares de los últimos tiempos, que ha recorrido el mundo y derribado fronteras culturales con su arte, hace siete años que no compite en el tradicional evento uruguayo, una ausencia prolongada y cuestionada que este verano, por fin para sus fans, terminarán.

La decisión de volver no fue fácil, reconocen los murgueros. Tabaré apela al béisbol como metáfora en relación a las bases que fueron superando para marcar el casillero del regreso con una tilde: la declaratoria de intenciones, ver la posibilidad real de tiempos y compatibilidad de horarios en todos los integrantes; la tormenta de ideas y la creación del espectáculo en sí (“esto supeditado a que si lo que escribíamos no nos convencía, ‘bueno, muchachos, no va’”, cuentan). Después de todos estos pasos, el “home plate”: “Dar la prueba de admisión, y que te acepten. Porque por ahí, tu frecuencia va por otro lado, y quedás afuera”, detalla Tabaré, sobre algo que vivieron en carne propia hace siete febreros cuando lo que tuvieron que decir en aquel entonces, “Un día de julio”, “no entraba en los cánones del concurso”. Pero ahora la historia es diferente. Catalina ya está clasificada y participará con “Defensores de causas perdidas”.

LE PUEDE INTERESAR

“Homecoming”: pastillas para seguir siendo una pieza útil del sistema

LE PUEDE INTERESAR

Fernando Sanjiao: las costumbres de la clase media, en la mira del standapero de Netflix

¿Cuánto influyó en su decisión de volver la presión de los carnavaleros más puristas? Yamandú reconoce que, a pesar de que ya estaban extrañando, sintieron que ese reclamo “era un pedido cariñoso de la gente” que con el correr de los años se fue haciendo más fuerte, y que no pudieron desoír más. Pero aclara que, aún habiendo decidido regresar, hay cuestiones que van a seguir criticando. “El hecho de no haber participado en estos años no fue una cuestión de desamor, o una pelea. Con el carnaval siempre estuvimos queriéndolo y discutiéndolo, desde siempre. Y eso no nos cambió con respecto a la prueba de admisión”, dice Yamandú.

Tabaré agrega que lo que más los entusiasma de este regreso no es tanto la Competencia Oficial sino todo lo que pasa alrededor. “El carnaval dura 45 días, hacés 150 funciones y sólo 3 son de concurso, en el Teatro de Verano. Al final del día, pasando a raya, te das cuenta de que no mueve la aguja. Pero si no participás de la competencia no te permiten ir a los tablados…”, cuenta.

Los hermanos coinciden, en este sentido, en que el carnaval, la tradición popular, es más que el Teatro de Verano. “Hay otro aspecto que es muy importante, con respecto al espíritu del carnaval y la diversión. Porque nosotros en la base, muy en el fondo si vamos a nuestra prehistoria, nos metimos en el carnaval porque era algo divertido. Después se transformó en un concurso, donde todo el mundo te juzga al punto de sentir que te hacen una autopsia en vida del arte. Es rarísimo. Uno ya se acostumbró a esa lógica. La gente te dice que sos un demagogo, que prácticamente querés hacer una obra de beneficencia por ir a los tablados, pero en realidad es donde más te divertís: ahí no te juzgan, tenés más libertad, podés extender los parlamentos… está mortal. Y eso es la razón por la que todos, y cada uno de nosotros, elegimos en su momento, ser parte del carnaval”, reflexiona Tabaré.

Como su nombre lo indica, en “Defensores de causas perdidas” -que estará ambientando en un club, cuyos dirigentes les da misiones imposibles a sus socios- la temática humanitaria, matizada con la caricatura y con su clásica clave de humor estará presente, estará presente; en un espectáculo punzante, donde “todo es pregunta y editorial, sin intenciones adoctrinantes, ni moralizadores ni verticales”, explica Yamandú sobre el título que bien podría ser una metáfora de ellos mismos, de la murga: “Gente que intenta desde el arte un paso hacia la transformación, por lo menos personal, de nuestro entorno”.

Para Tabaré, el arte, en general, es eso: la defensa de una causa perdida. “En algún punto filosófico trata de recrear un mundo vivible. Una realidad hostil. El arte es sublimación de deseos y creación de cosmovisiones alternativas a la realidad”.

Entusiasmados con su regreso a La Plata, uno de los primeros destinos que colonizaron en sus inicios allá en el lejano y para nosotros crucial 2001, se animan a reflexivos balances. Yamandú rescata el costado humano, el hecho de haber aprendido, a base de prueba y error, a ser un poco mejor en cuanto a la forma de relacionarse con el otro. “Mucho más allá del intento artístico que hagamos, me se relacionar de otra manera con el mundo por haber sido parte de un grupo que apuesta a lo colectivo, más allá o a pesar de lo difícil que sea eso. El Frankenstein imposible que armamos hace 17 años camina y anda solo: eso es alucinante”, cierra.

Y su hermano, por la misma línea, rescata sobre todo el hecho de “haber sobrevivido habiendo sido capaces de cambiar manteniendo la esencia, sin la terquedad de la coherencia”, algo que le parece un valor en sí mismo.