Los barrios platenses acosados por una seguidilla de robos

Una vez más se está haciendo sentir el insistente reclamo de vecinos platenses que piden mayores niveles de seguridad, ante la aparición en estos días de una verdadera seguidilla de robos en distintos barrios, algunos de ellos con secuelas muy graves y con el saldo de víctimas fatales o heridos. Tal como lo reflejó un informe publicado en este diario, se hizo ostensible el crecimiento del accionar delictivo en perjuicio de una comunidad cada vez más agobiada por una violencia callejera que no deja de golpear.

Se habla aquí de robos, asaltos y hurtos, sin dejar de reparar que en las últimas jornadas la ola delictiva se registraron tres homicidios en cuatro días, en una estadística que, en lo que va del año y en comparación a 2016 y 2017, deja a la vista un aumento de los crímenes. Sin embargo, como se ha dicho, la preocupación principal de los pobladores pasa por los robos en casas, comercios y en la vía pública, al punto de que vecinos de distintos barrios hablan de la existencia de “zonas liberadas”.

Según se reflejó en el informe, la inseguridad que se vive en diferentes barrios de La Plata se potencia durante las noches y acrecienta a diario el temor entre vecinos y comerciantes. Los delitos son muy parecidos, golpean a toda hora en todos los barrios y, en la mayoría de los casos, ni siquiera se denuncian o son muy pocos los que se esclarecen. El panorama suma una preocupación mayor, debido a que resulta una constante la denuncia de los damnificados sobre la presencia prácticamente nula de móviles o policías para prevenir los robos.

Lo cierto es que la población platense no deja de estar acosada por la persistencia e intensidad de una actividad delictiva que, por su sola vigencia, no deja de marcar fracasos oficiales en el manejo del tema de la seguridad.

Cabría señalar que la sola enumeración de las frustraciones, básicamente originadas en los últimos años en la aplicación de políticas erráticas, contradictorias unas de otras, exigiría un espacio del que no se dispone. Sólo alcanzaría con reseñar que, casi sin solución de continuidad la fuerza policial provincial se vio virtualmente tironeada por políticas erráticas, teñidas unas por consignas garantistas y seguida por otras que profesan la mano dura, hasta llegarse a una suerte de tendencia pendular absolutamente ineficaz, que ha dejado en todos la convicción de que volver a índices aceptables de seguridad llevará un tiempo prolongado de ejecución de políticas acertadas.

No deben existir -y menos aún para un tema tan complejo como el de la inseguridad- soluciones mágicas ni panaceas. Pero la simple voz de los vecinos, de quienes conocen a fondo la vida de los barrios y muchos de ellos, además, que recuerdan el mucho más eficaz servicio que prestaba la policía décadas atrás, justamente cuando más estrecha era la relación entre las comisarías y los vecindarios, pareciera marcar un rumbo que las autoridades policiales debieran explorar.

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Se ha experimentado tanto en los últimos años, se han forzado tantas marchas y contramarchas a partir de concepciones doctrinarias opuestas, que nada costaría con darle curso a estas sugerencias, que surgen del simple sentido común de los protagonistas de la vida social y que cuentan, además, con el antecedente de haber resultado exitosas en países que se caracterizan por la excelencia de sus fuerzas policiales.