La necesidad de aunar esfuerzos para asistir a los más vulnerables

Edición Impresa

Nancy Maldonado

Titular de Sumando Voluntades

En los últimos tiempos estamos viendo un crecimiento en la cantidad de gente sin techo en la Ciudad, particularmente entre los adultos mayores. Un jubilado con la mínima y sin alguien que le dé una mano económicamente quizás tiene que elegir entre pagar el alquiler de una pieza en una pensión o comer todos los días.

Nuestras recorridas habituales contabilizan en este momento unas 85 personas en la calle, que se suman a las casi cuarenta en nuestros refugios y algunas más en el municipal. Si bien hay un porcentaje que desea y elige permanecer en la vía pública, el otro noventa por ciento acudiría a un refugio sin dudarlo si tuviera la posibilidad.

La situación de los mayores es crítica, porque mientras los jóvenes pueden acceder a hacer changas, desde ser “trapito” a ayudar con la carga y descarga en algún comercio u otras similares, los viejos no.

El caso de los adolescentes que estaban en el Pasaje es particular, porque habían abandonado sus hogares en la zona sur de la ciudad por conflictos familiares, y tenían una actitud confrontativa incluso ante el ofrecimiento de asistencia; además, entre sus pertenencias había elementos que no son comunes para una persona que vive en la calle.

Por un lado, el Estado tiene el mandato de no incrementar la cantidad de gente en situación de calle, y por el otro la obligación de ayudar a quien ya lo está. Y nosotros tenemos la voluntad y las ganas; sería positivo aunar ambas cosas, por ejemplo permitiéndonos buscar una mejor manera de aprovechar el refugio municipal de 7 entre 36 y 37, que tiene capacidad para sesenta personas pero atiende a menos de la mitad. No podemos permitir que el frío se lleve más gente vulnerable, y el invierno está a la vuelta de la esquina.

 

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