Moyano, al límite, altera los nervios de la Rosada
Edición Impresa | 8 de Febrero de 2018 | 02:02

Por MARIANO SPEZZAPRIA
mspezzapria@gmail.com
La imagen resultó elocuente. En torno a una silla a la que se sentaron alternativamente Hugo y Pablo Moyano, se ubicaron ayer los tres sindicalistas que están más identificados con la senadora Cristina Kirchner: Hugo Yasky, Sergio Palazzo y Roberto Baradel. El encuentro tuvo lugar en la sede porteña de Camioneros y cristalizó una (¿impensada?) alianza entre Moyano y la ex presidenta.
Mientras el presidente Mauricio Macri advertía desde Córdoba que se acabó el tiempo del “patoterismo” y de los “comportamientos mafiosos extorsivos”, los Moyano recalculaban junto a esos tres espadachines del gremialismo kirchnerista la fecha de la marcha que, en rigor, parece destinada a convertirse en una demostración opositora a la administración de Cambiemos.
Ahora sólo resta esperar que la senadora lo invite a tomar un café para sellar la reconciliación.
Pero la lectura entrelíneas que hacían ayer en distintos sectores gremiales y del PJ, era que Moyano poco más que está reclamando públicamente al presidente Macri que lo llame para enfriar un enfrentamiento que está a punto de pasar a mayores. Sin embargo, en la Casa Rosada parecen estar embarcados en una cruzada que pone a Moyano justo en la vereda de enfrente. Como ya se sabe, el jerarca sindical cree que el Gobierno alimenta diversas causas judiciales en su contra.
Por eso pasó en pocos meses de ser considerado uno de los principales aliados del Gobierno entre la dirigencia gremial, a recostarse en sectores afines al kirchnerismo, a los movimientos sociales que se declaran cercanos al Papa Francisco e incluso a fuerzas de izquierda que anunciaron su adhesión a la marcha del miércoles 21. El rumbo económico aglutina a sectores muy disímiles.
La pregunta es si Moyano irá a fondo en su alianza estratégica con el kirchnerismo –al que nunca quiso demasiado- o si levantará el pie del acelerador en caso de que Macri le envíe una señal, por más mínima que sea. En el medio, el camionero no trepidó en llevarse puesta la unidad de la CGT. Y ahora quiere mostrar quién es el jefe real llevando a medio millón de personas a la 9 de Julio.
Se trata de una jugada al límite que, a quince días de la marcha, nadie sabe cómo terminará. Pero lo que es seguro, es que tendrá consecuencias. Para el Gobierno, pero sobre todo para Moyano.
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