Angelici, de las sombras a la mayor exposición de su mandato

Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

El empate agónico en Tucumán y la pausa del campeonato pueden ayudar a la calma. Si hasta Daniel Angelici salió ayer a aclarar que la prensa exageró su enojo del viernes pasado. Pero Boca, casi 450 días de puntero, sufrió una derrota y estalló el cabaret. Y no lo detonó un jugador, sino el presidente que ahora pide calma, pero recuerda que sólo queda ganar. River, el “verdugo”, era pura debacle desde su derrota ante Lanús en semifinales de Libertadores. Ni siquiera sirvió la insólita millonada pagada por Lucas Pratto. Aún así, en medio de ese naufragio, River se mantuvo digno. No permitió que ninguna de sus eventuales discusiones internas trascendiera a la prensa. El presidente Rodolfo D’Onofrio jamás osó afectar el poder de Marcelo Gallardo. Y también los jugadores mantuvieron equipo. Si hasta Ignacio Scocco, la figura desplazada por el arribo de Pratto, dijo que si la decisión fuera suya también él se ponía como suplente. Ni qué decir de los hinchas. Es cierto, nada es eterno y tal vez algunos quiebres amagaban con aparecer si la malaria hubiese seguido contra Boca. Pero la malaria se detuvo. Y los quiebres, no menores, terminaron apareciendo en Boca.

“Tano” es un apócope de napolitano porque de Nápoles vinieron muchos de los inmigrantes italianos a fines del siglo 19 y principios del 20. Lunfardo mediante, todos pasaron a ser tanos. El apodo suele sugerir además alguien calentón. “Se le salió la tanada”, decimos con frecuencia cuando un amigo (“el Tano”) estalla. El fútbol acrecentó la leyenda con un Tano que la industria mediática hizo célebre y con origen justamente en River. “¡Ay, Dios mío! ¡Demos tres pases seguiditos, tres pases te pido! ¡No te pido 28 pases seguidos como el Barcelona, te pido tres!”, “¡Noooo! ¡Nooooo! ¡Estamos en la B! ¡Estamos en la B!”. Imposible olvidar al Tano Pasman. Fue asociado al peor momento de River. Más tanos, claro, tiene históricamente Boca. Por barrio, por identidad más obrera, por la garra, por su juego menos pretensioso, por su ruido. Y, ahora, por el Tano Angelici.

El libro biográfico, crítico, y que Angelici descalificó, se llama justamente “El Tano”. Lo describe como lo ha pintado más de una vez Lilita Carrió. Un operador que teje y maneje detrás de las sombras, escondido porque sus maniobras suelen estar reñidas con la ética. El libro de los periodistas Ignacio Damiani y Julián Maradeo cuenta que Angelici acaso aprendió el “bajo perfil” como miembro de la Juventud Radical que reconocía el liderazgo del “Coti” Nosiglia, operador de Raúl Alfonsín cuando se recupera la democracia, en los ’80. Hijo de un obrero italiano, Angelici, cuenta “El Tano”, mantiene bajo perfil aún cuando estalla y le ordena a Luis Segura, entonces presidente de la AFA, que exija a Daniel Scioli, que era gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que no se le entregue una placa a Juan Román Riquelme en un partido de Mar del Plata contra Vélez, porque lo consideraba una afrenta contra él. Imposible olvidar aquellas grabaciones que pasó luego la TV, en las que Angelici habla bajo y cortante, como si él fuera el jefe del presidente del Tribunal de Disciplina de la AFA.

¿No era que el vestuario es sagrado y que lo que se dice allí dentro debe quedar allí dentro?

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¿Qué pasó entonces para que un hombre que ha construido su poder con ese culto al perfil bajo se exhibiera así y permitiera que se filtrara a la prensa amiga su supuesta furia y exigencia de reacción tras la derrota de Mendoza contra River? ¿Lo hizo solo para mostrar autoridad ante los socios que lo votan y los hinchas que no lo quieren? ¿O buscó acaso algo más, con el riesgo de que su movida pueda agradar a algunos hinchas, pero irritar a un plantel que, tarde o temprano, podrá pasarle factura por el gesto? ¿Y el Mellizo Barros Schelotto, apoyado ayer por Angelici, pero acaso el más dañado en su autoridad no porque el presidente haya entrado al vestuario, sino porque se encargó de contar lo que supuestamente dijo allí dentro? ¿No era que el vestuario es sagrado y que lo que se dice allí dentro debe quedar allí dentro? ¿Qué sucede cuando el que viola ese pacto es el propio presidente del club?

Boca jugó el domingo en Tucumán algo más que un simple partido. Carlos Tevez, el otro personaje central de la historia, actuó más retrasado, como a él le gusta, aprovechando la suspensión de Edwin Cardona, el mismo a quien, sin mencionar con su nombre, Carlitos señaló apenas después de la derrota contra River. No es la primera vez que sucede. Ya en la selección argentina se recuerdan intentos de salvación individual, cierto abuso del mote de “jugador del pueblo” que irritó a otros compañeros. En Boca recuerdan a su vez otra derrota dolorosa, semifinales de Libertadores contra Independiente del Valle, tras la cual Tevez se tomó licencia y se fue a jugar al golf a Punta del Este. Sostén de Angelici en su última aplastante reelección como presidente, Tevez fue criticado ayer por el dirigente. Jugó más de 10 sí, pero sigue sin jugar bien, acaso pasando factura al viaje de turismo en China. Al entrenador de vóley Julio Velasco le preguntaron una vez cómo definía a un líder. “Líder –respondió Velasco- es aquel que ejecuta con su cuerpo lo que dice con su boca”.