El Estadio, ¿un “monstruo” para los teloneros?

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Pedro Garay

pgaray@eldia.com

El de los teloneros en el Estadio Único es ya un problema. En un recinto de mayoría visitante, que llega al campo tras un largo trajín de autos y caminatas a las que no están acostumbrados, la espera por la banda esperada se ha vuelto tensa: Noel Gallagher terminó enojado en su primer show con el impávido público cuando llegó como telonero de lujo de U2, Oriana recibió más cariño que Dua Lipa, que semanas después de venir con Coldplay fue la gran ganadora de los Premios Brit.

Ayer, Juana Molina brindó un show exótico y lúdico, como sabe hacer, y fue recibida con la indiferencia del público. No ayudó el emparejamiento, puede ser: Molina no es para todos, pero parece más difícil encontrar el hilo en común de Juana con Depeche Mode que, por ejemplo, con David Byrne, a quien teloneó hace días en Uruguay y de quien asoma como “discípula del corazón” .

Pero que casi nadie haya abrazado durante 45 minutos lo que ella llama su “música pura”, “sin pensamientos”, que nadie se haya sumergido en el mundo onírico e hipnótico de Molina a través de sus capas de sonidos y de influencias, sus juegos entre el jazz, el indie, el folclore, la electrónica y los sonidos de Marte (no sin meras citas; lo suyo se parece más a la antropofagia cultural de Oswald De Andrade: come sus influencias y las vomita -con suavidad- convertidas en algo completamente distinto) parece un capítulo más de un estadio que se ha vuelto un “monstruo”, como el de Viña del Mar, al menos para los teloneros.

 

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