La Ciudad sigue a la espera de un plan de reparación de veredas

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Desde hace ya demasiados años que la Ciudad sigue sin encarar el problema que plantea el pésimo estado de sus veredas, cada día más intransitables y peligrosas muchas de ellas. A tal punto se ha llegado que transitarlas se ha convertido en una suerte de aventura sólo reservada para personas ágiles y con reflejos aptos para superar los múltiples obstáculos que ofrecen. En cambio, las personas de edad –una franja social que crece día a día- así como quienes sufre algún tipo de dificultades físicas deben enfrentar, con serias desventajas y más riesgos, el sólo hecho de caminarlas. Baldosas flojas o faltantes, sectores rotos, ondulaciones y toda suerte de obstáculos forman parte de sus negativas características.

Ahora se hizo público el reclamo de vecinos de la cuadra de 5 entre 57 y 58 en donde, a raíz de la rotura de una cabina telefónica y la falta de la correspondiente tapa, ha quedado abierta la cámara que tiene más de un metro de profundidad, de modo que en esa suerte de fosa puede caerse cualquier niño o adulto mayor, sin dejar de advertir que lo mismo le puede ocurrir a toda persona que no advierta la presencia de esa trampa.

Cabría recordar que son muy frecuentes las ocasiones en los que algunas obras inconclusas realizadas por distintas empresas de servicios dejan roturas o montículos de material sobre las veredas, en situaciones que se prolongan indefinidamente. No existe, en puridad, ningún tipo de control municipal constante sobre el estado de las veredas.

El incumplimiento de los vecinos -como se sabe, cada frentista es responsible del mantenimiento y buen estado de su vereda- se corresponde, asimismo, con el desinterés que exhiben los propios organismos del gobierno provincial o municipal por el buen estado de sus veredas.

Si, como expresa el dicho popular, para muestra sobra un botón, sólo hace falta observar el pésimo estado de la vereda de calle 3 entre 51 y 53, es decir, la que da sobre el fondo de la manzana ocupada por el ministerio de Seguridad bonaerense. Ondulaciones muy acentuadas, sectores rotos, pérdidas de agua y olores nauseabundos caracterizan a esa vereda que corresponde a uno de los edificios históricos y más tradicionales de la Ciudad.

Debe insistirse en señalar que, a lo largo de muchos años, las sucesivas administraciones municipales amagaron con intimar a los propietarios remisos para que arreglen sus veredas. Se aclaró, en varias oportunidades, que de no acatarse este relamo, la Municipalidad avanzaría igual con las reparaciones a cargo de sus cuadrillas, para luego cobrar el costo de arreglos e insumos a partir de mecanismos como el pago en cuotas. Sin embargo, nunca se hizo nada.

Desde el punto de vista que quiera vérsela –sea el arquitectónico, el histórico o el político- es demasiado importante nuestra ciudad como para permitir que los vecinos y los organismos públicos se desentiendan del estado de sus veredas. Se trata de una omisión que, desde luego, resulta absolutamente injustificada.

De allí que sea necesario hacer efectiva la puesta en marcha en la Municipalidad -no tan sólo la formulación de un anuncio- de un plan integral de reparación de veredas, que obligue los propietarios a cumplir con el deber que tienen de mantener esos espacios en buen estado, de modo que los habitantes dispongan de una ciudad en mejores condiciones, digna de ser vivida.

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