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Por EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
Solemos presumir o criticarnos diciendo que ciertas cosas “solo ocurren en el fútbol argentino”. Hasta que salimos del ombligo y advertimos que, en realidad, ningún país tiene patrimonios garantizados. Creemos que “Dios es argentino”, pero entramos a una librería de Río de Janeiro y vemos libros que dicen “Dios es brasileño” y en otra de Bogotá que dicen que “Dios es colombiano”. Tampoco tenemos el patrimonio de la estupidez, la pasión o la polémica. El jueves pasado, al Barcelona de Leo Messi le cobraron un penal en Liga de España después de 746 días. Sí, 746 días. Lo más irónico es que no fue penal. Y que en ese mismo partido que terminó 1-1 ante Las Palmas, el árbitro también se equivocó en otras dos jugadas claves que perjudicaron al Barça, ambas que deberían haber sido sendas expulsiones del rival. “Robo”, clamó buena parte de la prensa catalana según se pudo leer en la web apenas terminó el partido. La prensa madrileña, en cambio, prefirió titular con la baja que estaba sufriendo el juego del Barça, porque antes ganaba todo y contra Las Palmas sumó su tercer empate en cinco partidos. Una crisis, sin embargo, atenuada porque allí está siempre Messi para tapar todo.
Día siguiente de ese partido, Javier Tebas, buen conocido de la Superliga argentina, anunció que la Liga de España impondrá el VAR a partir de la próxima temporada. Con el VAR, buscó calmar las aguas Tebas, Barcelona no habría sufrido tanto error en contra. Si los hinchas de River y otros clubes creen que aquí el poder político protege a Boca, en España, los catalanes tienen sospechas eternas de que el gobierno protege a Real Madrid y castiga especialmente a Barcelona, más aún en estos tiempos de reclamos independentistas. Los hinchas siempre se burlan de la autoridad en el fútbol. Del árbitro, de la policía y, muchas veces, también de algún gobernante de turno. Y los hinchas de equipos grandes se quejan de protecciones que, muchas veces, los han favorecido también a ellos. River y Barcelona (tan poderosos como Boca y Real Madrid) lo saben. El VAR, se supone, servirá para atenuar esa eterna protección a los grandes. Porque una imagen –dice el viejo dicho- vale más que mil palabras.
Al día siguiente del anuncio en España se produjo el sábado el esperado pronunciamiento oficial de que habrá VAR en el Mundial de Rusia. “Aumentará la integridad y la justicia en el juego”, afirmó la International Football Association (IFAB), el viejo organismo que controla el reglamento, otrora dominado por los inventores británicos y desde hace ya años atrapado por la FIFA. Justamente el fútbol inglés vivió el último jueves un ejemplo sobre algunas de las principales críticas al VAR. Sucedió en el partido que el Tottenham de Mauricio Pochettino ganó 6-1 a Rochdale por la FA Cup (el VAR no se usa aún en la Premier League). El árbitro Paul Tierney recurrió tres veces al VAR en menos de 25 minutos, para anular un gol de Erik Lamela, para conceder un penal y para anular la conversión de ese mismo penal, todo abusivo y también polémico, porque cada demora provocó segundos que parecieron cada vez más eternos y abucheos que fueron creciendo a medida que crecía el fastidio de los hinchas. “El fútbol es emoción y si vamos a matar la emoción, la gente que ama el fútbol no estará contenta”, dijo Pochettino, reconocido como un claro defensor del fair play.
Una buena mayoría admite que el VAR debe usarse. El problema es cómo
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¡Cómo no recordar una de las injusticias arbitrales más grandes que vivió el fútbol argentino en los últimos años, la final de Copa Argentina de 2015 que Boca le ganó 2-0 a Rosario Central dirigida por Diego Ceballos! “Me tocó salir perjudicado, pero sigo pensando que lo del VAR no me cierra por ningún lado, porque el fútbol es un deporte en el que vivís del engaño y donde uno tiene el castigo: te tirás en el área y no te cobraron penal y tenés amarilla. Ya está el castigo”. Lo dijo este sábado al suplemento Enganche, del diario Página 12, Eduardo Coudet, actual DT de Racing, y que dirigía a Central en aquel partido bochornoso, que coronó a un Boca claramente protegido. Coudet apuntó que el partido no puede interrumpirse por el VAR. Gianni Infantino, presidente de la FIFA, pidió hablar “de hechos, no de sentimientos”. Y dijo que “los hechos son que en los 1.000 partidos en los que se probó el VAR la tasa de precisión del árbitro aumentó del 93 al 99 por ciento”. Detalló que la demora de segundos es mínima respecto de otras demoras que sufre el juego (tiros libres, cambios, laterales, etc). Y afirmó que el Mundial no se puede dar el lujo de definirse a través de un error arbitral.
Una buena mayoría admite que el VAR debe usarse. El problema es cómo, aún siendo concientes de que siempre habrá polémicas, con o sin VAR, porque la polémica es la sal del fútbol. La UEFA avisó que la Champions ni siquiera tendrá VAR en su edición 2018-19. En Sudamérica tampoco fueron buenas las pocas experiencias. Y en Argentina, prehistórico, la simple designación de un árbitro para el Superclásico de Mendoza es cuestión de Estado. El VAR, por momentos, parece parte de una Superliga de 2090.
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