“Casa Coraggio”: los legados familiares en un film con sello local que hizo (mucho) ruido en Málaga

Platense por adopción, Sofía Urosevich protagoniza la cinta de docuficción de Baltazar Tokman que arrasó en el festival de cine español

Edición Impresa

MARÍA VIRGINIA BRUNO
vbruno@eldia.com

Nacida en Los Toldos en el seno de una familia de tradición funeraria, Sofía Urosevich (33) vino a La Plata en 2003 como tantos chicos del interior con el deseo interno de formarse profesionalmente como actriz, sin imaginarse nunca que por esas cosas de la vida su debut cinematográfico llegaría 14 años después, de la mano de un filme que, rozando el límite entre el documental y la ficción, contaría la historia de la cochería actuando junto a su padre, su abuela, su hijo, sus hermanos y sus amigos ni que, mucho menos, la película llegaría a ser premiada del otro lado del Atlántico como acaba de suceder.

“Una oportunidad única y muy loca”, define Sofía en diálogo con EL DÍA a la posibilidad que el cineasta Baltazar Tokman le dio al convocarla para ser parte de “Casa Coraggio”, el filme que tras su estreno el año pasado en el Bafici y en las salas comerciales acaba de tener su premiere europea en el Festival de Cine de Málaga, en donde cosechó tres de los cincos premios que entrega la Zona Zine en la que se proyectó: a la mejor película, al mejor director y a la mejor actriz.

Más allá del contexto en el que se desarrolla el film, “Casa Coraggio” -nombre de la funeraria centenaria del pueblo donde también nació Eva Perón-, es una historia de legados familiares, en la que una hija se debate entre volverse al pueblo para ayudarle al padre con el negocio o, como su madre, seguir su propio camino alejada de los servicios fúnebres.

Por esos terrenos, en los que la vida y la muerte luchan por imponerse todo el tiempo, explora la película que había sido pensada por su director como un documental liso y llano sobre una familia que tuviera una funeraria ensamblada con la casa, algo típico de los pueblos del interior. Sin embargo, el hecho de ser Sofía, “heredera” de negocio pero también actriz -formada con Norman Briski y Beatriz Catani, graduada en la Escuela de Teatro y con una diplomatura de teatro físico en París- le dio al cineasta otros recursos para redefinir su idea original al proyectarla como un docuficción que atraviesa varias líneas argumentales a la vez.

Dice Sofía que convencer al padre -Alejandro- y a su genial abuela -Nilda- de aceptar esta propuesta fue más fácil de lo creyó, y que la resistencia, paradójicamente, estaba más en ella que en su familia. Y explica sus motivos: “Hay toda una cuestión alrededor de la muerte que puede ser trabajada de una forma que para mí no era la que correspondía sobre todo con una empresa que labura desde hace más de 100 años en el pueblo, que tiene que ver con el morbo; al principio había cierto miedo, el no saber cómo se iba a trabajar y el miedo, lógico, de cómo se iba a tomar en el pueblo”.

Sin embargo, con el andar del proyecto se relajó. El pueblo, cuando convocaron extras, de alguna forma le dio el aval. Todo el mundo quería aparecer en el largometraje: vecinos, amigos, maestras jardineras y hasta, incluso, su ex suegra son parte de la película.

Entre la líneas documentales, aparece la historia de la cochería, que comenzó hace tiempo y a lo lejos realizando los servicios funerarios en carruajes tirados por caballos que tenía nombres y sumos cuidados, y que ahora, adaptada a los tiempos que corren, se muestra moderna, con autos último modelo que sin embargo no convencen a la totalidad familiar por no tener ese carácter que merecería el último paseo del difunto por el pueblo antes de ir a parar al cementerio.

Entre las líneas de ficción, además de un romance de Sofía con un empleado de la funeraria, se dio una situación impactante para todos, sobre todo para ella. “En el guión estaba escrito que mi papá se enfermaba y por eso yo me volvía de la ciudad. En medio del rodaje, mi viejo se entera que se tiene que operar del corazón, y eso nos frenó pero él nos impulsó a seguir. Mi papá estuvo ocho meses en terapia intensiva, estuvo muy grave, y el primer corte lo veo en el hospital con él y para mi eso fue muy emocionante. Más allá de todo lo que iba a venir, sentí que ya había valido la pena, que había algo que se había plasmado y que iba a quedar para siempre”, cuenta la joven actriz.

Para Sofía no fue traumático pasar sus primeros años entre ataúdes y coronas. “Me crié en ese ambiente, con la profesión de mi familia, como algo muy natural. Uno se acostumbra a los elementos que simbolizan la muerte, la cochería, el ataúd, la ambulancia; no así a la muerte porque, justamente, es algo inabarcable, que uno trata de llenar de elementos para ordenarla con cosas de alguna manera pero es como un agujero negro, inabordable”.

UNA ACTRIZ COMPROMETIDA

En Málaga, la semana pasada, cuando Sofía recibió la biznaga de plata a la mejor actriz, agradeció con un discurso “oportuno y medido” en el que aprovechó para “reivindicar la lucha de las actrices argentinas que, hoy en día, son un colectivo de ciudadanas que se están proclamando a favor de la legalización y despenalización del aborto. Y me parece que hay que utilizar los lugares de acceso al público porque somos comunicadoras también, para reinvindicar determinados derechos por los que estamos luchando”.

Comprometida, también le puso el cuerpo a otra causa, al subir con un abanico que rezaba “Más cine”, la proclama de sus colegas españolas que están pidiendo más mujeres dentro de la industria.

Sofía, que decidió ser madre de Ciro a los 16 años, decidió también, a los 32, no volver a serlo, haciéndose un aborto en Holanda, un país en donde la práctica está legalizada. Su experiencia, consensuada con su compañero de vida y con su familia, la contó semanas atrás en un artículo periodístico, por el que recibió el apoyo de muchísima gente y, también, la crítica feroz y desmedida de un montón de otras personas que se tomaron el trabajo de rastrearla vía redes sociales, no sólo para cuestionar “su moral y ética” sino, además, para desearle la muerte a ella y a su familia.

“El nivel de odio y locura es muy fuerte”, reflexiona Sofía, sobre algo que, a su entender, “habla del mundo en el que vivimos, en donde hay una intolerancia muy grande para el que piensa distinto en general, no sólo en la política”.

Instalada en La Plata desde hace quince años, Sofía, quien ha filmado varias publicidades para la tele, además de cortos y mediometrajes, recorre a pie las diagonales, entre sus tareas como docente teatral del Normal 1 y otro secundario de Olmos; su militancia cultural en el Centro Cultural Olga Vázquez -en donde desde hace años coordina el festival de cine “Otra Ventana”- y su trabajo de producción artística que, por estos días, la encuentra ultimando los detalles de la gira europea que entre junio y julio emprenderá el grupo independiente local La Joda Teatro de la mano de su obra “Brasita, Perro, Chagualo”, cuyo proyecto forma parte de la plataforma financiera colectiva Ideame.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE