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Séptimo Día |LA IGLESIA DE HOY

Hipocresía recreativa

29 de Abril de 2018 | 09:29
Edición impresa

Por DR. JOSÉ LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

Entendemos por recreación a todas las actividades y situaciones en las que hay esparcimiento, alegría, distensión… Son muchas y entre ellas las más populares son la música, el cine, el teatro, el deporte, el turismo, las visitas culturales, etcétera. Y bien podría pensarse que en ninguna de las recreaciones puede haber hipocresía. Sin embargo, teniendo en cuenta que tales actividades son vividas por el ser humano, no queda otra alternativa que reconocer la existencia de desvíos, falacias y vicios propios de la misma condición humana herida por el pecado. Por lo tanto también existe la hipocresía recreativa, aunque quizá un tanto sofisticada.

Es de público conocimiento la hipocresía que existe en no pocos deportes, que se han convertido en grandes negociados. Los juegos y las competiciones, que son excelentes en sí mismos, han sido desvirtuados por el perverso afán de lucro, lo que es consecuencia de la hipocresía que conlleva la corrupción. Y, si no, ¿qué es el dopaje, el amaño, las “barras bravas” y las componendas en el fútbol y en otras disciplinas de moral indisciplinada?

La hipocresía abunda en la generalidad de las recreaciones y puede darse tanto en el orden de la gestión recreativa como en la competitiva, cuando se trata de grupos y equipos, y esto a nivel local, nacional e internacional. Sin embargo, no se excluye la hipocresía en las recreaciones personales, como la asistencia a espectáculos, a bailes, festivales, turismo, y otros, ya sea por parte de quienes los organizan y ofrecen como en aquellos que acuden a la recreación.

Los juegos y las competiciones, que son excelentes en sí mismos, han sido desvirtuados por el perverso afán de lucro, lo que es consecuencia de la hipocresía que conlleva la corrupción

 

El daño que producen los hipócritas en el ámbito recreativo se afianza en los corruptos y ensucia los valores deportivos y de esparcimiento de varones y mujeres. Y cabe preguntarse: los hipócritas corruptos ¿podrán dormir tranquilos? Posiblemente sí, porque tales personas no tienen conciencia sana y se ufanan de tener su conciencia tranquila aunque en realidad solo tienen una conciencia errónea invencible. La hipocresía socavó de tal modo la verdad objetiva que hasta el mismo hipócrita, en la profundidad de su corrupción, no reconoce su perversidad y se considera una persona honorable. Así estamos ante una tragedia casi irremisible de un individuo sin dignidad, que - lamentablemente - no puede alcanzar la felicidad.

Las personas que siembran algunos de los tantos males, como son la trampa, la mentira, el soborno, la traición, la falsedad, y otros semejantes, por medio de engaños y fraudes, también están convocadas por Dios a cambiar de vida, a convertirse, porque Dios Ama infinitamente a todos y quiere que todos alcancen la Salvación y la Vida Eterna. Pero, ¡cuidado! “No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida Eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.” (Gál 6, 7-10)

Las recreaciones deben recuperar su buena salud y ser útiles a todos para renovarse en la alegría fraterna, el buen humor, los vínculos de sana amistad, el enriquecimiento espiritual y cultural, el progreso en el desarrollo social, la confianza en la dignidad de todos, el respeto por la diversidad de conocimientos, la atención a los semejantes con capacidades diferentes, la valoración de los ancianos, el cuidado solícito a los enfermos, la mejor educación a los niños y jóvenes; y todo siempre en la vivencia de una fe inquebrantable, para gloria de Dios por Quien vivimos.

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