Habitar y generar puntos de encuentro

Hay muchas familias, muchas parejas, ya asentadas en Sicardi y en Villa Garibaldi. Algunas de ellas buscan imprimirle una identidad propia a sus barrios con emprendimientos cálidos, genuinos, que apuntalen el consumo local, que reúnan a los vecinos en un barcito, café o cerveza mediante. En los últimos tiempos han surgido varios de estos espacios, con una gran aceptación por parte del público, lo que les da un impulso interesante para seguir creciendo, proyectando y soñando.

El gastro-pub “Groncho” abrió sus puertas durante el último carnaval. Ubicado en 670 entre 10 y 11, en Villa Garibaldi, nació como un sueño que paradójicamente desveló a Darío Grigera durante varios años; el de construir delante de su casa su propio bar, con la cerveza artesanal que fabrica, y levantarlo con sus propias manos y las de los suyos.

Ese espacio, que actualmente abre sólo los viernes por la noche, y se llena con vecinos y amigos que van allí a comer rico y compartir un momento entre cervezas, vinos y tragos, se gestó entre dos familias. La de Darío, y la de Martín Gómez y Sabrina Montoya, que no son del barrio, pero viven en La Hermosura, una zona con características similares.

Darío y Martín son diseñadores gráficos y se conocen desde la facultad. Platense el primero, y de Caleta Olivia el segundo, siempre proyectaron “armar algo juntos”. Fue así que primero Darío se sumó al proyecto gastronómico de Martín, “Cómez”, de comida callejera. Luego armaron juntos un food-truck para recorrer ferias. Y desde hace dos meses abrieron “Groncho”, “la casa de ‘Comez’”, como les gusta llamarlo.

Los viernes los dos cocinan. Los menús son sabrosos pero descontracturados, con el espíritu urbano de Cómez, pero con la calidez que aporta un bar mirando a territorio rural. Porque, literalmente, desde “Groncho” se ve sólo campo y cielo a través de enormes ventanales de vidrio repartido por los que el atardecer entra a posarse sobre las mesitas y la barra.

Están entusiasmados. La cosa marcha. Darío sigue fabricando su cerveza, Martín ahora estudia libros sobre coctelería. El sueño crece y también las ganas de fortalecer los vínculos vecinos: a la vuelta hay un criadero de llamas, cerca un productor de miel, también algunos horticultores.

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“La idea es establecer un vínculo entre todos, comprarles a los productores de por acá, que la clientela sea de por acá… igual están todos invitados a conocer”, dicen, mientras sirven otro vaso de cerveza y anochece sobre el bar que se conecta con la casa a través de un jardín lleno de juegos infantiles, atracciones para que las familias elijan el lugar para la cena del viernes mientras los chicos se entretienen.

COMO EN CASA

Otro emprendedor de la zona es Nicolás Ruiz, que vive en Sicardi –en 8 y 656- desde hace 15 años; desde hace dos, con Lorena Segurola. “Elegimos el barrio por la tranquilidad, el silencio, la naturaleza. Lo que notamos que cambió es el crecimiento en la cantidad de gente que reside en la zona, hay más comercios y mucha más variedad de actividades para hacer y para todas las edades. Como así también vemos como creció el tema de la inseguridad y nos sentimos bastante desprotegidos en ese sentido”, aseguran.

La pareja está dedicada de lleno a “La Casita”, café-bar que armaron en un sector de su casa. “Decidimos apostar a esto porque nos gusta ver el crecimiento de Sicardi y queremos ser parte”, sostienen con entusiasmo.

“El proyecto lo tenemos hace un año aproximadamente. Pudimos abrir el 1 de febrero de este año. Sentíamos que al barrio le faltaba un lugar para tomar o comer algo sin tener que ir hasta La Plata. Sumado a eso, teníamos ese sueño en común así que decidimos darle para adelante. Nos gusta el tema de que la gente se sienta ‘como en casa’, por eso tratamos de atender nosotros, charlar, conocer a quienes vienen... Queremos que sea un lugar cálido”.

“La Casita”, como se llama el café bar de Nicolás y Lorena, abre todos los días, menos los martes. La clientela ronda entre los 30 y 60 años. Concurren muchas familias, parejas y grupos de amigos. “Hay un lindo ambiente, tranquilo”, afirman ellos.

“Los vecinos reaccionaron muy bien. La verdad, se superaron nuestras expectativas. Al principio no dábamos abasto, la gente esperaba en la puerta... fue muy lindo. En general nos tiraron mucha buena onda y ya tenemos varios clientes fijos que vienen seguido a comer. Nos elogian mucho la comida, tenemos a Irene, que es nuestra cocinera y creemos que se lleva todos los aplausos. Nuestro sueño que era que la gente encuentre un lugar para salir sin alejarse de casa creemos que se está cumpliendo”, dicen con la alegría de estar actualmente viviendo de lo que les gusta hacer... y en el mismo lugar que eligieron para formar su hogar.