El derecho a la autodeterminación sobre la vida, una decisión a la que no se llega fácilmente

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El deseo se puede manifestar por un cuadro de enfermedad terminal, de deterioro de la calidad de vida o simplemente de exceso de años, como en el caso de Goodall. Sin embargo, la autodeterminación sobre la propia vida tiene adeptos y detractores.

“La eutanasia y la muerte asistida -señala Gisela Farías, licenciada en psicología y doctora en Filosofía del Derecho-Bioética- ponen en juego el derecho de autodeterminación de las personas, por fuera de la religión y por fuera de una patología psíquica, y representan el derecho a quitarse la vida cuando las condiciones no responden a la noción de dignidad singular, es decir, de cada sujeto”.

Farías destaca que “desde la postura religiosa se oponen a la eutanasia a partir de decir ‘la decisión última de nuestra vida la tiene Dios’”, mientras que para la corriente a favor de la eutanasia “se ratifica que la autoridad última de la vida es la propia persona”. En mi opinión, ninguna de las dos posiciones es mejor que la otra, el tema es que la legislación en una sociedad democrática y pluralista debería respaldar en el derecho a ambas posturas, y eso en nuestro país no sucede”.

“Nadie llega a esta decisión fácilmente -añadió- y para que la eutanasia sea tal, lo que es esencial es que exista una voluntad clara, expresa e incluso escrita, porque es allí donde hay un ejercicio pleno de la autodeterminación”.

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