Vecinos condenados a vivir aislados ante cada temporal

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Desde la trágica inundación que hace cinco años devastó a la Ciudad ha sido común que la atención principal se enfocara en estas áreas, dada que la gran concentración urbanística así lo reclamaba. Nadie pudo dejar de observar que fueron unas 70 mil las viviendas del casco céntrico platense las que se vieron invadidas por enormes masas de agua y ese fenómeno, por consiguiente, eclipsó, si se quiere, la situación igualmente dramática que se atraviesa en los barrios más alejados, igualmente sometidos ante cualquier temporal a secuelas extremadamente graves.

La lluvia de la madrugada de ayer resultó ciertamente descriptiva acerca de los padecimientos que vienen sufriendo habitantes de esas localidades y barrios. Convertidas las calles en literales ríos, zonas como la de Villa Elvira, atraviesan penurias de toda naturaleza.

Hace horas apenas desde estas mismas páginas se reflejó las múltiples protestas de vecinos de Romero, Olmos, San Carlos, Hernández, la propia Villa Elvira, City Bell, Villa Garibaldi, Altos de San Lorenzo, Aeropuerto, Abasto, entre otras localidades virtualmente aisladas. El temporal se ha convertido en una pesadilla para quienes no pueden trasladarse, tal como informaron habitantes de 515 entre 161 y 171. El estado de las calles impide el ingreso de ambulancias y de todo tipo de transporte automotor.

Similares problemas describieron pobladores de Arana, Parque Sicardi y Villa Garibaldi. Lo que está ocurriendo en esos barrios y en localidades como City Bell, Villa Elisa y Arturo Seguí no deja de ser el corolario de políticas desacertadas en materia de obras de pavimentación y asentamientos poblacionales. La Municipalidad local, desde hace muchos años, ha permitido la realización de esos emprendimientos sin el previo tendido de redes de servicio esenciales, como son las pluviales y cloacales. En sectores que hasta hace poco eran virtuales descampados, propios de zonas rurales, se autorizaron loteos de tierras, carentes de toda previsión, fomentándose así –desde el propio Estado- situaciones que hoy se pagan en el distrito con permanentes inundaciones.

Está cada día más claro que la Ciudad y toda la región necesitan no sólo el cumplimiento de las previsiones de la leyes del suelo y de las zonificaciones existentes, respetándose a todo trance la suficiente existencia de áreas capaces de absorber los caudales de lluvia caída, sino de la realización de un estudio completo del problema, sin perjuicio de seguir avanzando en las grandes obras ya dispuestas y en un trabajo sistemático de desobstrucción de las zanjas en los barrios.

La Ciudad no puede admitir nuevos crecimientos urbanos que no contemplen la disponibilidad previa de todas las redes de servicio, ni la expansión de nuevos asentamientos que no respeten el equilibrio que debe existir entre las áreas destinadas a la construcción y las correspondientes a los espacios verdes. No aceptar estas prioridades significará, inevitablemente, condenar a miles de personas a seguir viviendo aisladas en el barro, como está ocurriendo ahora mismo en muchos lugares del distrito.

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