Rubén Luis Mengarelli

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Profesional ampliamente reconocido no sólo por su sabiduría y experiencia sino también por su calidad humana, falleció a los 84 años el médico oftalmólogo Rubén Luis Mengarelli. “Lalo”, como lo conocían sus amigos, colegas e incontables pacientes, desarrolló una extensa trayectoria en la actividad pública y privada de la Región, destacándose tanto por su solvencia profesional como por la generosidad, solidaridad y compromiso con que ejerció la labor médica.

Había nacido en Saladillo el 28 de abril de 1934. Junto a sus padres, Luis y Carmen, y sus hermanas, Eva y Silvia, creció en el seno de una conocida familia de esa ciudad bonaerense, a la que siempre permaneció vinculado, ya que solía viajar para atender a sus pacientes.

Al terminar la secundaria vino a estudiar Medicina a la UNLP y, al completar la residencia en el Policlínico -bajo la tutela, entre otros, del doctor D’Amelio-, se especializó en Oftalmología.

Era el inicio de una carrera sin fisuras. En aquellos primeros años viajaba todos los días a la capital federal para trabajar y formarse en un centro de referencia de la especialidad: el hospital Santa Lucia. Desde entonces, su labor fue incansable: ejerció en el área de Reconocimientos Médicos provincial, fue auditor del IOMA y atendió en su consultorio particular de 5 y 53, donde daba muestras de un amplio bagaje de conocimientos pero también de cordialidad y respeto hacia el paciente. Un gesto que habla por sí solo de su calidad humana es que, por varios años, atendió ad honorem en el Hospital San Juan de Dios.

Junto a Nohad Bitar fundó una familia a la que se entregó por entero. Tuvieron dos hijas, María Cecilia y María Paula, quienes, siguiendo de alguna forma la senda trazada por su padre, hoy son profesionales de la salud. La música fue otra de las pasiones que supo contagiarles. Solía recorrer disquerías en busca de sus vinilos favoritos -Pink Floyd a la cabeza-, y hoy sus hijas atesoran esos discos como invalorables reliquias del afecto de su padre.

Las incontables veladas con amigos, los viajes con su mujer -le gustaba ir a exposiciones de pintura y museos- y su simpatía futbolera repartida entre Boca y Gimnasia, son otros de los contornos de una vida plena, encarada siempre con empuje y nobleza, y que al apagarse deja una huella imborrable entre quienes lo conocieron y valoraron.

 

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