Cómo descubrir la naturaleza salvaje de Noruega en tren
Edición Impresa | 20 de Mayo de 2018 | 07:01

OSLO
BERND F. MEIER
DPA
Odd Henrik Hansen conoce las preguntas de los turistas: “¿Cuándo vamos a ver los bueyes almizcleros y los renos?”. Hansen es revisor de la Dovrebane, un tren que circula entre Oslo y Trondheim, en Noruega.
El tren apenas ha abandonado la pequeña estación de Kongsvoll cuando Hansen señala un área verde junto a las vías del tren. “En la pequeña depresión de ese terreno se juntan a principios de año los bueyes almizcleros. Bajan de las montañas peladas para comer aquí hierba fresca”.
Uno 250 animales viven en libertad en la sierra de Dovrefjell con el pico Snøhetta, de 2.286 metros de altura. Dovrefjell también es el nombre del trayecto ferroviario entre la capital noruega y la ciudad de Trondheim, en el centro del país, que tiene una extensión de unos 500 kilómetros.
Los bueyes almizcleros y el pico nevado Snøhetta son solo dos de las muchas atracciones turísticas en el triángulo formado por Oslo, Bergen y Trondheim. En este paisaje de fiordos, los turistas viajan alternativamente en tren, autobús, ferry y los paquebotes de la naviera Hurtigruten.
Lo mejor es dedicar ocho o diez días al recorrido. Dependiendo de sus propios intereses y recursos, los viajeros pueden planear y reservar paradas con alojamiento en hoteles.
Los fans de los ferrocarriles visitan en Finse el pequeño museo Rallar
A lo largo de la ruta hay localidades turísticas conocidas, pero ¿quién conoce Finse? Una estación ferroviaria, un par de cabañas de verano y el hotel “Finse 1222” componen esta remota aldea en Hardangervidda, el mayor macizo montañoso de Europa. Hasta bien entrado el mes de julio rigen en esta región temperaturas invernales.
Situada a una altura de 1.222 metros, Finse es la estación ferroviaria más alta en el trayecto entre Oslo y Bergen, de 471 kilómetros de longitud, y también la más alta en toda Escandinavia. Hasta el día de hoy no hay ninguna carretera que conduzca a Finse. Todo lo que la población local necesita para vivir tiene que llegar en tren.
Los fans de los ferrocarriles visitan en Finse el pequeño museo Rallar. La exposición está dedicada a la construcción del ferrocarril entre 1894 y 1909. Era tiempos duros para hombres duros: los trabajadores tuvieron que luchar en medio de la nieve y el hielo para construir las vías subiendo desde el verde valle de Hallingdal hasta las montañas de Hardangervidda.
Entre Finse y Bergen, a los pasajeros del tren les espera otra experiencia impactante. Desde la estación de Myrdal, situada a una altura de 866 metros, las vías bajan serpenteando 20 kilómetros por empinadas pendientes hasta la estación de Flåm, en el fiordo Aurland, situada solo dos metros sobre el nivel del mar. Una obra maestra desde el punto de visto técnico, ya que el tren tiene que vencer un desnivel de hasta 55 por mil. Por esta razón, el tramo es uno de los más empinados en el mundo.
El legendario ferrocarril es una de las atracciones más frecuentadas de Noruega. En 2016, los trenes de Flåmsbana transportaron a 926.000 viajeros. La mayoría de ellos eran pasajeros de cruceros de China, Corea del Sur y Japón. En Flåm, una localidad de solo 450 habitantes, atracan cada año más de 150 cruceros.
Desde Flåm, el viaje continúa en ferry por el fiordo Aurland hacia el estrecho fiordo Nerøy, Patrimonio Natural de la Unesco, y después en autobús interurbano hacia Bergen. En esta ciudad, algunos turistas se toman una pausa de un día mientras que otros embarcan directamente en el paquebote de Hurtigruten, que por la noche inicia un viaje de 2.400 kilómetros a lo largo de la costa noruega.
En Bergen, para muchos turistas es obligatorio un paseo desde el mercado de pescado hasta el barrio hanseático de Bryggen, mundialmente conocido, con sus almacenes de madera. La mejor vista panorámica de la ciudad y las islas situadas frente a la costa la ofrece el mirador en el monte Fløyen. Los amantes de la cultura visitan los museos de Kode.
El paquebote de Hurtigruten sale Bergen para entrar en la impresionante naturaleza de los fiordos. Solo entre principios de junio y finales de agosto, los paquebotes visitan también el famoso fiordo de Geiranger.
Aquí, como en todo el paisaje de fiordos, numerosos ferris sirven como puentes flotantes para comunicar las localidades remotas con el mundo exterior.
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