Monseñor Raúl Rodolfo Gross
Edición Impresa | 2 de Junio de 2018 | 02:29

Luego de una complicada enfermedad falleció ayer, a los 68 años, monseñor Raúl Rodolfo Gross, quien se desempeñó como cura párroco de la basílica San Ponciano durante más de cuatro décadas y desarrolló una dilatada trayectoria en la enseñanza. Hoy, a las 11, se celebrará en el antiguo templo de 48 y diagonal 80 la misa excequial para despedir sus restos.
Su larga carrera eclesiástica y sobre todo su rol dentro de la educación católica le valieron la admiración de sus pares y de varias generaciones de alumnos, como así también merecidas distinciones.
Gross había nacido en Santa Fe el 7 de diciembre de 1949 e ingresó al Seminario Mayor San José de La Plata el 11 de febrero de 1974. Se ordenó sacerdote el 18 de septiembre de 1976.
Fue justamente en el seminario de 24 entre 65 y 66 donde comenzó su labor de educador. Allí fue profesor y rector -1985-1987-, como así también fue docente y director del Instituto de Teología de 15 entre 51 y 53, del que depende la Junta Catequística Diocesana, el órgano que regula la enseñanza religiosa en todas las escuelas católicas de La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio. Además, fue rector del Colegio San Pío X de La Plata
Fue, asimismo, canónigo y deán del Cabildo Catedralicio Metropolitano; y se desempeñó como director de Cáritas diocesana.
Por su labor y su aporte a la educación, en noviembre de 2014 recibió el premio, a nivel nacional, “Divino maestro”.
Los fieles lo recordarán, seguramente, por su incansable tarea como párroco, durante 42 años, de San Ponciano, que fuera la primera iglesia con la que contó la Ciudad al punto que fue catedral provisional desde 1897 hasta 1902.
En 1984, el Vaticano le otorgó a Gross el título de “Prelado de Honor de Su Santidad”.
Una de sus misas más emotivas y que seguramente hoy muchos recuerden la ofició tras la muerte de Juan Pablo II. “El Santo Padre quería vernos felices cuando él ya no estuviera. Y ser felices es cambiar las lágrimas necesarias para muchas situaciones dolorosas por el gozo de saber que aquel que necesitamos goza de la presencia de Dios”, reflexionó en aquella oportunidad y con sus palabras logró conmover a una basílica colmada.
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