Tocar fondo y salir con un nuevo proyecto de vida, lejos del consumo de drogas
Edición Impresa | 29 de Julio de 2018 | 04:11

Lo que empezó como un consumo social, que creía controlado, se fue convirtiendo, casi sin que se diera cuenta, en un acto desesperado, en una compulsión que devoraba cada uno de sus momentos. Al poco tiempo de pasar del alcohol y la marihuana a la cocaína, ya no le importaba consumir con amigos. Era imperioso consumir y ese impulso lo llevaba a juntarse con cualquiera, a pasar días y días en la calle, fuera de la casa, sin comer, sin dormir.
“El peor momento que viví fue un día en que vi a mi madre destruida llorando por mi, después de no verme por una semana en la que había andado por ahí consumiendo. Ese día me di cuenta de que tenía que salir y que para hacerlo iba a necesitar ayuda. Que sólo no iba a poder”.
El que habla es Francisco Chaquires (27), quien actualmente se rehabilita en una de las comunidades terapéuticas de “Darse Cuenta”, organización social con sedes en City Bell y Los Hornos que trabaja en la Región desde hace 22 años y en la que actualmente se recuperan 220 pacientes de distintos puntos del país.
Chaquires cuenta que comenzó a consumir alcohol y marihuana a los 17 años, pero afirma que fue con la cocaína que su situación se agravó notablemente.
“Intenté dejarla muchas veces por mi cuenta, pero no podía. Volvía a caer, volvía a caer, volvía a caer”, repite ahora con el tono tranquilo de quien avanzó mucho en el camino de la recuperación, según el mismo relata.
“Cuando llegué estaba destruído, sin un objetivo en la vida, con todos mis vínculos destrozados. Ahora, después de un año en la comunidad terapéutica, ya estoy en la fase en la que estoy construyendo un proyecto de vida nuevo. Pude reconstruir el vínculo con mi familia. Y ya estoy pensando en retomar el estudio, trabajar, tener una pareja, mantener una vida más sana y ordenada”, cuenta.
Para Juan Pablo Mancini (33), la pesadilla con la droga duró un año. Pero un año tan intenso que lo dejó al borde de perderlo todo.
“Me había quedado sólo, había roto con mi esposa y mi familia y había caído por eso en una fuerte depresión. No podía levantarme de la cama, me costaba moverme, ir a trabajar. Entonces empecé a tomar cocaína”, cuenta.
Lo que al principio fue una ayuda para retomar su trabajo de técnico en una clínica oftalmológica pronto se reveló como una trampa. Cayó, cuenta, en lo más profundo de la adicción y comenzó a tener ideas autodestructivas.
“Tengo dos hijos y el peor momento que me tocó vivir ocurrió cuando una de mis nenas estaba en mi casa y yo no me podía levantar de la cama para atenderla. Me reclamaba atención, que le dé de comer, que esté con ella y yo no podía”, relata.
Como otros adictos, Juan Pablo relata que gastó grandes sumas de dinero para sostener una adicción que le pedía cada vez más. Entonces, cuando se vio sólo y sin fuerzas para hacer frente a la situación buscó ayuda.
“Ahora ,de a poco me voy recuperando; todavía no llegue a la fase de formar un nuevo proyecto de vida, pero estoy trabajando sobre mi historia y sobre los vínculos”, cuenta.
Según Ester Pereyra directora técnica de la comunidad terapéutica de Darse Cuenta en City Bell, “así como en los últimos años se hizo más temprano el inicio en las drogas, eso también se nota en el tratamiento. Si en las comunidades terapéuticas la edad promedio de los que concurrían hace alrededor de dos décadas era de 25 años, hoy tenemos pacientes de 15, 16, 17”.
“Del mismo modo, se nota una actitud distinta en las familias: algunas han naturalizado el consumo de marihuana y no lo consideran un problema, cuando sigue siendo la puerta de entrada a drogas más duras. Pero también se nota en las familias una mayor conciencia de el problema de las adicciones, y de que se requiere la ayuda de muchas personas para salir”, afirmó.
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