“El Ángel”: la fascinación del mal

El jueves llega a los cines la cinta sobre la vida de Robledo Puch, aunque Luis Ortega transforma al asesino serial en un personaje seductor e inocente en una película personalísima que busca “contagiar una alegría de vivir”

Edición Impresa

PEDRO GARAY
pgaray@eldia.com

“No creo en esto es tuyo y esto es mío”, dice la voz en off de Carlitos mientras camina por un barrio de alta alcurnia y ve una oportunidad: una casa se ofrece vulnerable, él salta la verja y se dispone a robarla. De fondo suena “El extraño de pelo largo”, clásico de La Joven Guardia, y queda claro: este Carlitos es un ladrón romántico, ingenuo y fresco, nada que ver con el Robledo Puch de la crónica policial, el culpable de once homicidios con solo 20 años de edad.

En aquel recordado personaje de la historia policial nacional se basa la película de Luis Ortega, “El Ángel”, que llega a los cines este jueves y que es protagonizada por el debutante Lorenzo Ferro, encarnando al asesino con cara de ángel que lleva 46 años encerrado en el penal de Sierra Chica.

Pero a pesar de la firma de Rodolfo Palacios en el guión, no es esta película una crónica negra; Ortega toma la realidad y la reescribe, como ya sugería una foto que envió el director del filme a su hermano Sebastián, productor de la cinta, en 2015, tras leer el libro de Palacios, “El Ángel Negro”, durante el rodaje de “Historia de un clan” (también basado en un libro del cronista). En la imagen, Luis mordía una foto de Robledo Puch, anticipando no solo su entusiasmo por la historia del asesino, sino lo que vendría: un acto de antropofagia. Ortega masticaría la historia de Robledo Puch y la escupiría triturada, cambiada. Personal. Libre.

La libertad es la clave formal y temática de uno de los estrenos más esperados del año, que tuvo su debut en el Festival de Cannes y que cuenta con un elenco estelar (Mercedes Morán, Daniel Fanego, Chino Darín, Peter Lanzani): las posibilidades de la libertad, que son, en definitiva, las posibilidades del arte verdadero, en un mundo reglamentado, ya eran exploradas en “Lulú”, otra cinta del director que juega con la idea de relacionar marginalidad con libertad y que se fascinaba con las conductas criminales, despojadas del peso de la moral, aunque no de manera tan panfletaria como lo hará “El Ángel”, con ese eslogan no oficial deslizado desde el trailer que reza que “el mundo es de los ladrones y los artistas”. “El Ángel” es un filme iconoclasta que atenta de lleno contra una era de corrección política, y el propio Ortega confirma el regocijo que le provoca meter el dedo en la llaga al decir que “me parece fantástico que el asesino sea ejemplar”.

ROMÁNTICO

Desde el inicio del proyecto, explica el director, ya tenía formada esta imagen del Carlitos libre, un antihéroe romántico como fueron Bonnie y Clyde o Juan Moreira (algunas de las influencias del cineasta), “un Carlitos imaginario, no el real. De entrada supimos que esto no era una biopic, que íbamos a desarrollar algo que no se iba a atener a lo que era supuestamente la verdad, que por otro lado no se conoce: lo único que se conoce de los hechos es lo que Robledo Puch le dijo a un policía en una declaración”.

“Lo más fácil hubiera sido llevar la película a un lugar del mal. Pero la idea de sacarle el jugo a ciertos mundos oscuros no parecía sensata si no teníamos algo que decir, y pensamos en aprovechar a nuestro protagonista para dotarlo de algunos valores que no tenía en la realidad: la pureza, la inocencia con que este personaje vive es casi ejemplar, a contrapelo de sus acciones”, cuenta Ortega, que firma el guión con Palacios y el escritor Sergio Olguín.

A CONTRAMANO

“No creo que sea la tarea del cine bajar línea sobre lo que está bien y lo que está mal, y mucho menos tiene la obligación de documentar hechos con fidelidad”, agregó el cineasta de “Monobloc” y “Caja Negra” en una entrevista. “El cine tiene su propia moral, y tiene una obligación con su lenguaje, no con la moral de determinado espectador. La moral del cine está por encima de la corrección política del momento. Y que alguna gente quiera reducir todo al término de psicópata no significa que yo vaya a rebajarme a hacer algo explícito y pornográfico”.

Lo más fácil hubiera sido llevar la película a un lugar del mal”, explica Ortega

 

Ortega, que no quiere rodar series ahora que todos se mudaron a las series a pesar del éxito de “Historia de un clan”, viaja a contramano por convicción más que por rebeldía: critica a quienes atacan la falta de “veracidad” de su filme, arremete contra la corrección política, y lo asfixia la estética realista: “El lenguaje realista no me parece el más apropiado para graficar la realidad: la realidad necesita de otro tipo de lenguaje para ser puesta en escena, para transmitir sensaciones tenés que traspasar ese lenguaje realista”. Para expresarse, precisa liberarse de las restricciones de lo “real”.

La libertad es necesariamente rupturista, necesariamente polémica: si no cuestiona, solo está repitiendo lo ya dicho, afirmando el estado de cosas. Por eso, el movimiento iconoclasta de “El Ángel”: nada más polémico que hacer de la encarnación de la libertad absoluta, del artista puro, del hombre sin restricciones de la sociedad, de la moral, de la mirada ajena, a un asesino serial. Ese antihéroe, casi un alter ego, o una expresión de deseo, de Ortega, es el Carlitos de Lorenzo Ferro: para él, un muchacho de mirada irreverente e ingenua, “todo es un juego”, habita en el momento, vive empujado solo por su deseo, sin analizar consecuencias: al límite.

Ferro se mueve en la pantalla como un niño “sin conciencia de la muerte, del dolor ajeno: cosas que te ponen de un lado de la vida donde todo es una ilusión”: Carlitos baila, se divierte, se ríe, coquetea, se prueba joyas, roba, con un espíritu lúdico que recuerda a los criminales de la Nouvelle Vague. Todo, enfundado en las superficies de placer que crea la producción para el filme: los autos de época estilizados, el vestuario, personajes que fuman imitando a James Dean, la belleza del elenco y una banda sonora compuesta de hitos musicales que van de Manal a Palito Ortega. “La fuerza de la cultural pop de ese momento”, define Ortega.

“Queríamos contagiar una alegría de vivir”, dice el director, juguetón. “Quizás se contradice con que el protagonista sea un asesino, pero eso es lo maravilloso del arte”: desde esas superficies de placer, “El Ángel” seduce, contagia, a veces cancherea, con ciertas apuestas formales que parecen for export, e invita finalmente a ampliar las miradas sobre el bien y mal.

¿Es entonces una película amoral? “Si existe una moral”, dice Ortega, “en la película tiene que ver con no dejarse corromper. El personaje es un criminal pero, exceptuando eso, tiene más principios que todos los demás en la película”.

 

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE