El campo argentino visto a través de la literatura

Nacida y criada en Las Flores, académica en La Plata desde hace décadas, está presentando estas semanas un libro escrito por ella, de 400 páginas, que dará que hablar: “El campo y sus representaciones literarias” (Editorial Biblos), una suerte de “biografía intelectual” de la pampa. Y que además, desde la atalaya de la literatura, ofrece una investigación y una visión renovadora del campo argentino, al que no considera como “el enemigo opulento de la nación o el opositor de la industria”, sino “un elemento dinámico y movilizador de la economía”.

Vive frente al parque Saavedra, en una antigua casa blanca construida a fines del siglo XIX que perteneció a la viuda de Juan Bautista Berisso, el inmigrante genovés que fundó el saladero a partir del cual creció la ciudad vecina a la de La Plata. Pisos de madera o de mosaico, techos altos, dependencias aireadas con anaqueles llenos de libros de los últimos tres siglos. Ediciones francesas, inglesas, españolas y mucha literatura argentina colectada por los abuelos y padres, actualizada por ella.

En esa casa vive la profesora María Minellono, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Católica de La Plata, escritora, doctora en letras, ex profesora de Literatura Argentina de la UNLP, autora de ocho libros y de numerosos artículos y ediciones críticas dedicadas a Almafuerte, a José Mármol, al Santos Vega de Eduardo Gutiérrez, a Eugenio Cambaceres, a Francisco López Merino entre tantos otros.

Las páginas reflejan el empeño heroico de nativos, de inmigrantes y de colonos

Por provenir de una profesora en letras, el libro, cuya escritura demandó tres años de trabajo, amaga desde su exterior con ser un tratado académico, pero al internarse en las páginas aparecen descriptas, con la categoría de un ensayo, la vida de ella y su familia en Las Flores y otras ciudades del interior. Pero nada suena autorreferencial, sino subordinado al eje universalista del discurso.

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Allí también se enhebran las tareas esforzadas de la gente de campo, desplegadas por los paisanos, así como por sus padres y hermanos; la presencia y el empeño heroico de nativos, de inmigrantes y colonos en nuestra llanura, anclándose todo ello en capítulos que investigan las obras inspiradoras de Ascasubi, Echeverría, José Hernández, Sarmiento, Eduardo Gutiérrez, Fray Mocho, Alberto Gerchunoff, Hudson, Güiraldes, Pedroni, Silvina Ocampo o Francisco Madariaga, entre otros.

EL CAMPO

“El campo, con mayor precisión semántica la llanura, se asocia con las primeras imágenes de mi infancia: la bóveda nocturna del cielo con su vía láctea y sus constelaciones, el círculo del horizonte, los amarillos incisivos del paisaje del verano y el olor de los pastos silvestres. Una mezcla de asombro y deslumbramiento, cargado de celebración y felicidad”, dice Minellono.

Esa sentimentalidad inicial se complejizará luego. “Mis lecturas de textos de literatura argentina, especialmente para la cátedra universitaria, se interponen entre mis percepciones y los objetos que ya no reconozco como naturaleza, sino como mundo rural, construcción cultural con sus actores, sus costumbres, su legislación y su economía específicos. Miro la realidad a través de las perspectivas ideológicas de Echeverría, Sarmiento, Hernández, Güiraldes o Hudson”.

Advierte que hay una lógica folletinesca y una perspectiva maniquea de los conflictos de nuestro país, considerándose al campo, como ya se dijo, como si fuera un enemigo. Cuando la realidad misma y la literatura representativa, agrega, demuestran lo contrario. En la página 17 del trabajo la autora alude a los últimos años del gobierno anterior y lo considera responsable político “de haber colocado al campo en el extremo más repudiable de una falsa contradicción que logró fisurar, quién sabe por cuánto tiempo, a nuestro ya lastimado cuerpo social”.

Contrapone esa postura maniquea a la obra de los grandes autores de la llanura, por ejemplo Echeverría interesado siempre en avanzar “hacia la formulación de proyectos económicos inspirados en el progreso indefinido de las naciones”. El autor de “La Cautiva”, añade Minellono, fue un precursor cuya mayor preocupación era la de “industrializar la producción agropecuaria y sumarle el valor agregado que entonces sólo beneficiaba a los trabajadores de los países centrales”. Echeverría quería, añadió, “ver el casimir inglés hecho con los vellones de la Argentina”, anticipándose en más de cien años al concepto de valor agregado.

Similares inquietudes –afirma- animaron a Sarmiento, que proponía explotar la riqueza agrícola modernizando las tareas del campo y a José Hernández, que difería con el sanjuanino básicamente en que él propugnaba la explotación ganadera. En cada página, el libro de Minellono sorprende por la concentrada densidad de imágenes, conceptos y conocimientos que integran nuestra pampa, en especial, también, partir de la llegada de la inmigración que se irradió en colonias muy productivas. Y para todo tema, la autora apela a escritores o ensayistas que le prestan basamento con citas imposibles de no valorar.

“El desierto es nuestro más pingüe patrimonio”, extrae de Echeverría. En varias décadas del siglo pasado se le llamaba “desierto” a lo que luego fue el corazón de la pampa húmeda. Sigue Echeverría en esa cita: “Y debemos poner conato en sacar de su seno no sólo riqueza para nuestro engrandecimiento y bienestar, sino también poesía para nuestro deleite moral y fomento de nuestra literatura nacional”.

EL POPULISMO Y EL CAMPO

Formada por las severas, y a la vez muy libres, cátedras de los brillantes profesores que tuvo Humanidades de la UNLP en la década del 60 –los Pucciarelli, Battistesa, Castagnino, Alma Marani, Gamerro, Modern, Negri, entre tantos otros- ahora Minellono decidió desde su plataforma académica “preservar el valor de la imaginación”. Su libro rescata los valores esenciales de la llanura argentina, no sólo productora de bienes “si no, también, de la mejor literatura”.

“El populismo ha desestimado la sagacidad de nuestros primeros intelectuales”

Sostiene que “las expresiones del populismo argentino han desestimado la sagacidad de nuestros primeros intelectuales –Belgrano, Echeverría, Sarmiento, Alberdi, Hernández y otros- cuando reflexionaron sobre las posibilidades de desarrollo de nuestra producción rural; sus ideólogos no se han detenido en un registro prolijo de las modificaciones producidas en la tenencia de la tierra, sus divisiones sucesivas y las nuevas concentraciones monopólicas, tampoco en sus diferentes modos de adquisición, lícitos o espurios, siempre por supuesto en el contexto de nuestro sistema capitalista”.

¿Cuál sería la imagen social y cultural más errónea que se ha formado sobre el campo? El libro de Minellono responde: “Han pretendido consolidar en la opinión pública la imagen del terrateniente argentino como actor exclusivo y excluyente de nuestro campo, minimizando la participación de los medianos y los pequeños productores que muchas veces han soportado presiones tributarias antagónicas con sus posibilidades de subsistencia y expansión”.

Tendrá en lo inmediato presentaciones en Facultades, en la Academia Argentina de Letras, en Las Flores, en La Plata. El libro de Marita Minellono sale a pelear en estos días.