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Deportes |OPINIÓN

Una “V” que mata haka

Una “V” que mata haka

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

27 de Octubre de 2019 | 03:29
Edición impresa

Si nos gustaran los simbolismos, y sabiendo que el entrenador Eddie Jones piensa absolutamente todos los detalles, podríamos decir que Inglaterra comenzó a construir su histórica victoria en semifinales del Mundial de rugby quitándole energía al haka de Nueva Zelanda, bicampeón destronado.

En lugar de intimidarse con el rito de los All Blacks, los ingleses enfrentaron al haka formando una V. Puede interpretarse esa formación en V como la punta de una flecha. “La flecha con la que te ganaré”. Pero también, visto desde arriba, era como decirles “vengan, entren, pero de acá no podrán salir”. Y fue cierto, los All Blacks no pudieron superar jamás la telaraña inglesa.

Insólito, Nueva Zelanda tardó 57 minutos en marcar un try. La anotación de Ardi Savea fue además regalo completo inglés, acaso único error serio de desconcentración del vencedor, que perdió un line out propio a metros de su in goal. Todos creíamos tal vez que era el inicio de la reacción. Y que sucedería lo de siempre. Porque los All Blacks no pierden. Pero Nueva Zelanda, lenta, errática, desconocida, jamás volvió a marcar un punto más. No solo eso. Tampoco logró arrinconar nunca a Inglaterra. Por eso, el 19-7 final fue inapelable.

Vuelvo a esa V inglesa del inicio. Porque esa V se apropia además de una figura muy apreciada por los All Black. Es la V que, según cuenta el libro Legado, aman los All Blacks porque copia el vuelo de las aves. Para que sus jugadores lleguen siempre juntos y sincronizados a cada pelota, exactamente lo que no sucedió ayer en Yokohama. La V inglesa, además, provocó a Nueva Zelanda pisando levemente territorio All Black. Bien a lo Eddie Jones.

Y no fue solo la V. Mientras los All Blacks cantaban su haka, en el estadio de Yokohama comenzó a oírse fuerte a los hinchas ingleses cantando el himno adoptado por su selección de rugby. Es “Swing Low, Sweet Chariot”, el gospel que cantaban esclavos estadounidenses en el 1800, cerca de Oklahoma, Estado de Mississipi. Supuesta autoría de Wallace Willis, quien trabajaba de sol a sol y tenía talento musical. Mientras limpiaba en la Spencer Academy, Willis entonaba la misma canción espiritual que cantaba junto con sus compañeros esclavos de la plantación. “Un grupo de ángeles viene tras de mí/ Viene para llevarme a casa”. La canción comenzó a ser escuchada por los estudiantes de la Spencer Academy.

La adoptó luego una organización clandestina que liberaba esclavos del Sur al Norte, caminando por ríos para no dejar pistas a los perros. Y ya en pleno siglo XX creció su fama. Fue cantada, entre otros, por BB King, Etta James, Louis Armstrong, Joan Baez, Johnny Cash, Eric Clapton, Elvis Presley y, más recientemente, por Beyoncé.

¿Y cómo entra aquí el rugby? Inglaterra estaba jugando un pésimo primer tiempo en Twickenham en el Torneo de las Cinco Naciones de 1988. Se fue al descanso 0-3 contra Irlanda y perdía sus chances de título. El único aliento en medio de tanta decepción partía desde un lateral. Eran estudiantes que empujaban cantando justamente Swing Low Sweet Chariot, la canción que habían aprendido en su escuela. Era tal el silencio del resto que la canción comenzó a ser escuchada por todo el estadio. Inglaterra anotó seis tries y terminó ganando 35-3. Todo Twickenham se unió entonces al coro. Y el “dulce carro” que nos llevaría al “lugar de destino”, gracias al “grupo de ángeles que viene tras de mí” pasó a reemplazar al himno inglés. Al “God save the Queen”. Se convirtió en Himno de Esperanza.

Ayer sonó como nunca en Yokohama. Terminó el haka y la V. Terminaron las canciones y comenzó el juego. Y al minuto nomás, Inglaterra inició el ataque profundo que derivó en uno de los mejores tries de todo el Mundial, con Manu Tuilagi zambulléndose al in goal después de que los forwards ingleses, todos juntos, avanzaran con la mano como si fuera los All Blacks. No eran “todos negros”. Eran todos blancos. Fue apenas el inicio. Todo lo que sucedió luego, simplemente, fue la confirmación. La gran sorpresa del Mundial.

 

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