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Espectáculos |El recuerdo de un genio

El rostro humano del terror: Boris Karloff moría hace medio siglo

El actor que volvió icónica la imagen de Frankenstein y elevó la interpretación en el cine de género se despedía del mundo hace 50 años

El rostro humano del terror: Boris Karloff moría hace medio siglo

Karloff en la piel de Frankenstein: su look en el filme se volvería la imagen icónica del monstruo hasta nuestros días / Web

10 de Febrero de 2019 | 02:40
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Cincuenta años después de su muerte, el mundo del cine recuerda al actor británico Boris Karloff (1887-1969), cuya tenebrosa figura ha quedado grabada en el imaginario colectivo como la imagen de Frankenstein y otros célebres monstruos de las películas de terror.

El contraste entre los rasgos siniestros de Karloff y sus modales de caballero inglés encandilaron al público y le abrieron la puerta para protagonizar algunas de las cintas clave de ese género.

Nacido bajo el nombre de William Henry Pratt en el sur de Londres, a los 22 años abandonó sus estudios en el King’s College, con los que se preparaba para entrar en el servicio consular, y emigró a Canadá, primero, y a Estados Unidos, después, para probar suerte en la naciente industria del cine.

Hijo de un diplomático británico y una madre india, pasó más de diez años compaginando papeles secundarios en películas mudas, en las que solía interpretar a personajes de origen asiático, con trabajos en la construcción para ganarse la vida.

Se consolidó como actor habitual en el Hollywood de la década de 1920 y encontró finalmente el papel que le convirtió en una estrella en 1931, en su película número 81, “Frankenstein”, dirigida por James Whale.

La estética que creó para Karloff el artista de maquillaje Jack Pierce se convirtió a partir de entonces en una característica inseparable del personaje de Frankenstein que había imaginado la novelista Mary Shelley en 1818.

La abultada frente del monstruo, su figura ancha y desgarbada, y sus enormes zapatos de plataforma -pesaban más de cinco kilos cada uno- se han repetido en casi todas las versiones de Frankenstein posteriores. El éxito de “Frankenstein” se repitió un año después con la interpretación de Imhotep en la cinta “La Momia”, de Karl Freund.

Karloff, de quien sus compañeros subrayaban su férreo compromiso con el trabajo, filmó en las décadas siguientes cintas clave del género como “Los Muertos Andan” (“The Walking Dead”, 1936), “La venganza del ahorcado” (“The Man They Could Not Hang”, 1939), “El Hijo de Frankenstein” (1939), “El profanador de tumbas” (“The Body Snatcher”, 1945) y “La Isla de los Muertos” (“Isle of the Dead”, 1945).

“Cuando di vida al monstruo (Frankenstein), en todas las cartas que recibí de jóvenes expresaban una enorme compasión por él”

Boris Karloff, actor

 

Y cerca de su muerte, sería parte de las nuevas corrientes del cine de terror: filmaría con Mario Bava, uno de los directores que dio inicio al giallo, “Las tres caras del mierdo” (“Black Sabbath”, 1963), y también sería parte de “El Cuervo” (“The Raven”, 1963), filme de Roger Corman, por entonces un joven director que pasaría a convertirse en “El Papa del Cine Pop” y establecería su reputación gracias a “El Cuervo” y otras adaptaciones de bajo presupuesto de la obra de Poe.

El contraste entre los rasgos siniestros de Karloff y sus modales encantaron al público

El mismo actor reconocía que su carrera le había llevado a repetir una y otra vez personajes cortados por el mismo patrón, habitualmente monstruos y criaturas perversas. “Cuando logras ser conocido por un tipo de papel, si no estás en exceso restringido, creo que tienes bastante suerte, se convierte en tu marca personal”, reflexionaba el actor en una entrevista con la BBC en 1963, durante la promoción de “Black Sabbath”.

Karloff defendía asimismo que el cine de terror no era necesariamente una mala influencia para los espectadores más jóvenes. “Cuando di vida al monstruo (Frankenstein), en todas las cartas que recibí de jóvenes, más allá de las que solo pedían una fotografía, expresaban una enorme compasión por él”, describía el actor.

El ascenso a la fama de Karloff coincidió con el del húngaro Bela Lugosi, responsable de una de las primeras representaciones cinematográficas del Conde Drácula, en la cinta que filmó Tod Browning en 1931.

Tras un primer estallido de éxito de ambos, la carrera del Karloff continuó ascendiendo, mientras que, sin embargo, la de Lugosi se quedó atascada en papeles secundarios, a la sombra del intérprete de “Frankenstein”.

La vida personal del actor, que continuó utilizando el nombre de William Henry Pratt en todos los documentos oficiales hasta su muerte, está plagada de anécdotas en las que su imagen siniestra en la pantalla contrasta con su carácter afable fuera de ella.

Entre esas historias, sus biografías destacan que Karloff se disfrazaba cada navidad para visitar a los niños ingresados en un hospital de Baltimore (Estados Unidos), pero no se vestía de Frankenstein ni de otro monstruo terrorífico, sino que adoptaba la bondadosa imagen de Santa Claus.

Y es esa bonhomía la que ha extendido su legado más allá de la muerte: en un acto de amor y admiración, Sara Karloff, su hija, ha continuado durante años tras su muerte acudiendo a reuniones de aficionados al terror, ofreciendo charlas y tratando de promover el recuerdo de la figura de su padre. Claro, diría que cualquiera que creció con esos filmes, no hace falta: Karloff está grabado en nuestros subconscientes, indeleble, gracias a sus criaturas.

 

 

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