La crisis invisible de Haití

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Jorge Elías  (  @JorgeEliasInter )

Jovenel Moïse ganó dos veces las presidenciales de Haití: en octubre de 2015 y en noviembre de 2016. Las primeras resultaron impugnadas y, finalmente, anuladas tras violentos disturbios. Las siguientes se vieron empañadas por denuncias de fraude. Demoraron más de un mes en ser validadas. Moïse saltó a la política gracias al apoyo del cantante de carnaval Michel Martelly, presidente desde 2011 hasta 2016, y del partido de centroderecha Tèt Kale. De ambos y de uno de sus antecesores reclaman los haitianos en protestas multitudinarias una explicación sobre los recursos obtenidos de Petrocaribe.

Las protestas se desataron por la decisión de Moïse de declarar una urgencia económica. Las acusaciones por la malversación de los fondos de Petrocaribe involucran a Moïse y a algunos de sus funcionarios, así como a los gobiernos de Martelly y del fallecido René Préval. Comenzaron en 2018 por la depreciación del gourde (la moneda haitiana) y por la crisis de la electricidad a raíz de la falta de gasolina. Seis de cada 10 haitianos viven con menos de 2,50 dólares por día.

La violencia dejó un tendal de muertos, saqueos y destrozos, y derivó ahora en el cierre provisional de embajadas. Entre ellas, la de Argentina, a cargo de Pedro von Eyken, custodiada por gendarmes argentinos. En medio del caos no satisfizo a los haitianos la promesa tardía del primer ministro, Jean-Henry Ceant, de investigar el destino de los fondos de Petrocaribe. Un pozo ciego de corrupción creado en 2005 por el presidente venezolano Hugo Chávez para venderles petróleo a precios irrisorios a los países del Caribe a cambio de lealtad a la revolución bolivariana.

Esas operaciones, como ocurrió en otro país centroamericano en apuros por las irregularidades y por la represión del gobierno, Nicaragua, redundaron en beneficios para Haití: algo así 4.000 millones de dólares, según una comisión del Senado y una auditoría del Tribunal de Cuentas. Casi el doble de la deuda pública del país. Líderes opositores y del Grupo Petro Challenger, que exige justicia por las anomalías en Petrocaribe entre 2008 y 2016, encendieron la mecha de las protestas en un país en llamas.

Haití debe saldar en 25 años la deuda con Venezuela con un interés simbólico. Los fondos de Petrocaribe, dice la auditoría, fueron destinados a proyectos sin planificación ni estudios y sin respetar los plazos legales. Las compañías creadas para la ocasión por empresarios cercanos al gobierno transfirieron dinero al exterior sin haber terminado las obras. Moïse invirtió 600 millones de dólares en el colapsado sistema energético sin resultados a la vista. Tampoco pudo determinar la auditoría el destino de 100 millones de dólares para planes sociales.

En 2017, Moïse asumió la presidencia en una fecha emblemática: el 7 de febrero. Esa fecha marcó en 1986 el final de la dictadura de François Duvalier, Papa Doc, instaurada en 1957 y continuada tras su muerte, en 1971, por Jean-Claude Duvalier, Baby Doc, presidente vitalicio desde los 19 años. Papa Doc suspendió las garantías constitucionales. Sustituyó al ejército regular por una fuerza parapolicial, los Tonton Macoutes. En casi tres décadas liquidó a 30.000 haitianos y desvió fortunas hacia el exterior. En 1990, el sacerdote Jean-Bertrand Aristide ganó las elecciones. Lo derrocó al año siguiente el general Raoul Cédras. Estados Unidos repuso en 1994 al presidente depuesto. Lo sucedió Préval, su discípulo. Aristide, reelegido en 2000, creó otro cuerpo parapolicial.

La ingobernabilidad, cruz de Haití, no parece preocupar a sus vecinos latinoamericanos. La única inquietud de la República Dominicana, con la cual Haití comparte la isla La Española, ha sido reforzar la seguridad en la frontera para evitar inmigración y el contrabando. (Télam)

 

 

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