La Misa es un todo

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)

Queridos hermanos y hermanas.

La Iglesia de Dios, fiel al mandato recibido de su Divino Fundador, continúa el oficio sacerdotal del Señor Jesús, sobre todo mediante la celebración de la santa Misa que hace presente perpetuamente en el Altar el único Sacrificio de la Cruz.

El deber fundamental de cada ser humano es orientar su persona y su vida hacia Dios, por Quien y para Quien vivimos. Ahora bien, el ser humano se vuelve ordenadamente a Dios cuando reconoce su Omnipotencia y su Doctrina, cuando acepta con sumisa humildad todas las verdades divinamente reveladas, cuando observa religiosamente sus Mandamientos, cuando hace convergir hacia Él toda su actividad y se entrega a Él en la celebración de los misterios de la Salvación.

Pero, la Misa no es un simple recuerdo de la Pasión y Muerte de Jesús, sino que es el mismo Sacrificio por el cual Jesús - Sumo y Eterno Sacerdote - mediante su inmolación incruenta, actualiza lo que vivió en la Cruz, ofreciéndose a sí mismo al Eterno Padre por la salvación de toda la humanidad.

De todos modos, la celebración de la Misa es gozosa y plena en la presencia y actuación de Dios. Por eso la participación física de cada cristiano presente tiene función decisiva en el conjunto. La fidelidad a la unidad del ser humano exige que el cuerpo y la mente no estén disociados en la oración. La Liturgia de la Misa es una contemplación interior, personal, pero no se reduce a eso. La verdadera alabanza al Señor nuestro Dios reside en lo íntimo del corazón, pero hay que proclamarla con los labios, los gestos, las actitudes, que comuniquen y manifiesten la fe, la adoración, la alegría de poder dar gracias y la unidad de una misma oración de modo sacramental, es decir de modo visible en signos, gestos, actitudes y palabras.

Por eso la participación física de cada cristiano presente tiene función decisiva en el conjunto. La fidelidad a la unidad del ser humano exige que el cuerpo y la mente no estén disociados en la oración

 

La realidad sacramental es una invitación a celebrar una Liturgia en la que cada uno de nuestros sentidos tenga su actividad. Así, por ejemplo, el oído desempeña un papel importante. Baste recordar qué significa en la celebración la proclamación de la Palabra, los cantos, el silencio, las oraciones.

Debe tenerse bien en cuenta que los saludos, los diálogos y las moniciones tienen que ser un medio de comunicación humana con la asamblea. No son hechos de rutina. Se trata de manifestaciones que esperan y deben provocar respuesta en palabras y actitudes.

Las oraciones exigen una actitud orante y de diálogo con una presencia personal del Señor. Las Lecturas son para ser proclamadas. La proclamación no es una simple lectura, sino que obedece al estilo literario del texto. Por medio de la palabra y del oído se quiere llevar a la asamblea a una determinada actitud comunitaria que celebra un Misterio de fe. Asimismo, las posturas y los gestos de la asamblea tienen la función de manifestar determinados sentimientos durante una acción sagrada común.

Y decimos que la Misa es un todo porque cada uno - en comunión con todos los demás, presentes y ausentes - responde con su vida a la unidad del culto que se celebra. No caben en nadie actitudes individualistas, por lo cual nadie se destaca en nada, ni en el ritmo de las oraciones comunes que se han de pronunciar con sencillez y sin premura, con dignidad sin afectación, con piadosa fe, amor y humildad. Lo mismo en los cantos, aclamaciones, gestos, movimientos.

Vivir la Misa es ante todo una gracia de Dios, pero la respuesta a esa gracia está en cada cristiano.

 

(*) Monseñor

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