El lado B de Luismi: furia, pausas largas y ¿olvidos?, lo que no se contó del recital

El público, chocho por ver bien a su ídolo, le perdonó de todo a un quejoso divo, que no paró de despotricar por el sonido y se tomó largos recreos entre temas

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El fenómeno Luis Miguel está de regreso. Más de 85 mil personas disfrutaron de los shows que realizó el astro mexicano este fin de semana en el Campo Argentino de Polo, con entradas totalmente agotadas ante la promesa de que el Sol está de regreso a su mejor forma: la serie de Netflix volvió a elevarlo a la categoría de divo y él respondió con una serie de shows muy bien criticados en su gira mexicana, lejos de la imagen de aquel Luismi que dejaba el escenario sin terminar de cantar, a veces ni siquiera por sus propios medios.

Entonces, el clima era de algarabía y expectativa: todos estaban listos para disfrutar. Todos estaban al borde incluso de la histeria que generaba el astro en los años 90, cuando su público se componía de una mayoría femenina y juvenil que hoy se ha diversificado mucho más. Todos estaban contentos ante esta nueva visita de Luis Miguel, la primera en tres años y monedas.

Todos, menos Luismi: aunque la mayoría de los fans salió del Campo de Polo convencida y feliz, el propio cantante no paró de quejarse sobre escena por el sonido, y ayer era trending topic en las redes sociales por haber protagonizado algunos momentos bochornosos sobre escena que, por fanatismo, muchos eligieron obviar.

El artista mexicano pasó gran parte del show haciendo gestos de reproches a su sonidista y dando indicaciones a sus músicos. Incluso, según denunciaron sus propios fans en las redes sociales, su enojo fue tal que hasta pateó un parlante. Luismi pasó casi todo el recital irritado, golpeando el micrófono y quejándose airadamente. Los problemas que percibía en el sonido llevaban a largas pausas entre temas, al punto de que un usuario de Twitter llegó a denunciar que “había baches de hasta cinco minutos”.

Quizás exagerando, pero las pausas fueron notables: el fervor se aplacaba entre clásico y clásico (sonaron todos, aunque muchos en el menos satisfactorio formato medley, “enganchados”) porque Luismi se preocupaba por el sonido, mientras el público le gritaba que se escuchaba bien.

Pero las pausas, dijeron algunos espectadores inconformes, no fueron solo entre tema y tema: “Era un karaoke para que cante el público”, dijo otro usuario sobre las pausas durante los temas, al borde del bochorno, que se tomaba Luismi, enfocando el micrófono al público para que ellos hicieran los suyos. “Un abuso del ‘canten todos’”, escribía un fan en redes ayer, mientras que otro lanzó: “No canto una canción entera: quizás no sabía la letra...”

La chanza, claro, hace alusión a lo que ocurrió en México durante sus últimos recitales, donde tras una saga de conciertos que dejaron extasiados a la audiencia Luismi realizó algunas funciones en las que terminó abucheado. El público decía que no cantaba, que no sabía las letras. Raro.

Luis Miguel volvió, y en todas sus dimensiones: se lo ve mejor, disfrutando más, pero también acusando el paso de los años, de los recitales, del cansancio de las giras y, quizás, de sus años de abuso de sustancias. El público, el fin de semana, le perdonó todo: está en estado de gracia, gracias a Netflix. Y, claro, todavía está armado de una catarata de éxitos invencibles, aún en formato medley, aun coreados por la gente: sonaron “Suave”, “Culpable o no”, “Hasta que me olvides”, “Será que no me amas” y varios boleros, entre los 37 temas del show. Imposible, al final, resistirse a esos himnos y esa sonrisa.

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