Liturgia de la Palabra (1)

Edición Impresa

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)

Queridos hermanos y hermanas.

Dentro de la unidad de la Misa – que es el mayor acto de culto –, la Liturgia de la Palabra tiene una triple finalidad: primero, hacer presente y hablante a Dios en la Asamblea de sus hijos; segundo, honrar la misma Palabra de Dios, proclamándola desde un lugar distinguido (el ambón) y de acuerdo a un ceremonial de honor, es decir: de pie, en el libro oficial, y siempre aclamada por la asamblea al terminar cada texto; tercero, alimentar a los hijos de Dios, reunidos en acción de gracias, con Su doctrina, antes de serviles Su Cuerpo y Sangre en la Comunión.

Hasta ahora, la Asamblea había pedido a Dios su Misericordia (acto penitencial), lo ha alabado, cantado, invocándole humilde y confiadamente. Entonces el Eterno Padre toma la Palabra y entra en diálogo con sus hijos, como si les dijera: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar…, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que Yo quiero y cumple la misión que Yo le encomendé” (Isaías 55, 10-11).

“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar…, así sucede con la palabra que sale de mi boca” (Isaías 55, 10-11)

 

Los elementos constitutivos de la Liturgia de la Palabra, en la celebración de la Misa, son:

a) las Lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, con sus textos interleccionales; que varían según los tiempos litúrgicos y siempre incluyen la proclamación del Evangelio;

b) la homilía;

c) la profesión de fe, es decir el ‘Credo’; y

d) la oración universal u oración de los fieles.

Las Lecturas son de la Sagrada Escritura con un cántico que se intercala (también y sólo bíblico) y constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra. La homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles la desarrollan y concluyen.

En las Lecturas que la homilía explica, Dios habla a su Pueblo; y Cristo por su Palabra se hace presente en medio de su Pueblo. Los fieles presentes hacen suya esta Palabra divina por el silencio y los cantos, y se adhieren a Ella por la profesión de fe; y alimentados por Ella, ruegan en la oración universal por las necesidades de toda la Iglesia y por la salvación de todo el mundo.

La Liturgia de la Palabra debe celebrarse de modo que favorezca la meditación, por eso se evita toda prisa que impida la mayor atención.

La proclamación de las Lecturas, según la tradición, no es una función presidencial sino ministerial. Por lo tanto los lectores harán las Lecturas, pero el Evangelio será anunciado por el diácono o, en su ausencia, por un sacerdote.

Después de cada Lectura, el que lee dice o canta la aclamación, y el Pueblo con su respuesta venera la Palabra de Dios recibida con fe y espíritu agradecido. En todas las Lecturas es Dios mismo Quien habla. El Evangelio es la cumbre de la Liturgia de la Palabra. Por eso, no debe haber añadidos de ningún tipo: se dice o canta “Palabra de Dios” y al Evangelio “Palabra del Señor”. Es como la firma del autor, a semejanza de una carta, donde nadie la rubrica escribiendo “Es Fulano de Tal”, sino solamente “Fulano de Tal”. Antes del salmo tampoco debe decirse nada, sino sólo la antífona que todos repetirán después de cada estrofa.

 

(*) Monseñor

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE