Acuerdo Europa-Mercosur: mejorar la competitividad con reformas clave

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Melanie Michailoff (*)

Tenemos acuerdo Unión Europea-Mercosur. Esas fueron las palabras utilizadas por el canciller argentino, Jorge Faurie, cuando daba a conocer al presidente Mauricio Macri que la Unión Europea (UE) y el Mercosur alcanzaban un acuerdo comercial después de más de 20 años de negociaciones. Lo conseguido mediante este acuerdo es importante en términos comerciales puesto que estos dos mercados, en su conjunto, comprenden un total de más de 800 millones de personas, pero si hablamos de participación en la economía mundial, ambos bloques representan una cuarta parte del PBI global.

Una vez ratificado, proceso que podría demorar por lo menos dos años, entrará en vigor una desgravación arancelaria inmediata para el 81% de los productos agrícolas provenientes del Mercosur que ingresen al bloque europeo (caso de la harina y el poroto de soja), mientras que otros productos estarán sometidos a una desgravación, pero en un plazo de 4 a 10 años (langostinos, frutas cítricas y finas). A un tercer grupo como en el caso de los vinos se les aplicará cuotas. En cuanto a la carne, la UE ofrece una nueva Cuota Hilton de 99.000 toneladas (55% refrigerada y 45% congelada).

Además del asunto arancelario, en donde la UE ha dejado en claro que para los sectores sensibles planea abrir los mercados mediante la implementación de cuotas cuidadosamente administradas, el acuerdo, en principio, resultaría beneficioso en tanto se plantea la eliminación de las barreras no arancelarias, a la vez que busca simplificar procedimientos que guardan relación con los protocolos sanitarios, fitosanitarios y normas técnicas. En la práctica, esto habla de una mejora en la calidad de los productos, puesto que la producción nacional debería adecuarse a los requerimientos del mercado de destino si lo que desea es competir.

De esta forma, también es posible pensar una buena oportunidad para los agronegocios, algo particularmente importante tanto para Argentina, como para Paraguay; vale resaltar que este último país ha venido experimentando un notable desarrollo en este sector en los últimos años.

Otro de los aspectos a analizar es qué sucede con los bienes industriales. Especialmente en uno de los sectores más sensibles para el Mercosur como lo es el automotriz, vale decir que, el acuerdo implicaría que la industria nacional pierda su nivel de protección tras la eliminación de los aranceles. Atendiendo a esta cuestión, lo que se plantea es que dicha reducción arancelaria se suceda de forma gradual en un plazo mayor a los 10 años desde la ratificación del acuerdo.

Derivado de lo anterior, es posible plantear la misma idea que subyace respecto de la mejora de los productos a consecuencia de los nuevos requerimientos productivos. Trasladado a los bienes industriales, todo hace pensar que lo que será necesario es que Argentina mejore la competitividad. Y mejorar la competitividad tiene que ver con discutir una serie de reformas tributarias, laborales y previsionales, pero también con orientar esfuerzos hacia determinadas industrias, y no hacia todas. Esto último podría traer aparejado un costo político.

Particularmente importante será lo que se negocie en materia de propiedad intelectual, reglas de origen, subsidios agrícolas, salvaguardias y mecanismos de solución de controversias. Estos son los puntos sobre los cuales los bloques deberán trabajar activamente para cerrar la negociación.

Cabe mencionar que la Argentina cuenta con tan solo 12 mercados mundiales a los que accede con acuerdos de apertura comercial recíproca, muy por detrás de países como chile (56), México (50) o Colombia (35). Esto influye a la hora de exportar, por ejemplo, en el caso de la industria vitivinícola, los empresarios chilenos y australianos ingresan a países como China, México y Japón con un 0% de arancel, mientras que el empresario argentino debe abonar un 14, un 8 y un 15% respectivamente. Esta situación pone a este último en una posición muy desigual respecto de sus competidores.

El ejemplo anterior sirve para pensar que quizás lo que se continuará negociando con la UE sea el puntapié inicial para que el Mercosur se catapulte hacia otros mercados. Esto se refleja en la intención de proseguir en otras negociaciones con países como Canadá, o con el bloque de la Asociación Europea de Libre Comercio.

Para finalizar, es necesario mencionar que, resulta prematuro evaluar los efectos de un acuerdo que todavía no ha sido ratificado, sin embargo, lo que marca esta nueva etapa de negociación es una constante a nivel global signada por el interés por parte de los países de incrementar el volumen de su comercio, a la vez que se refugian de los impactos de las tensiones comerciales.

(*) Licenciada en Relaciones Internacionales. Docente Universidad Abierta Interamericana.

 

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