FestiFreak: "La vida en común", ritos de pasaje en modernas tolderías
| 10 de Septiembre de 2019 | 02:00

En Pueblo Nacional Ranquel, una comunidad creada por el estado de San Luis a la que se mudó una veintena de familias, un puma acecha: todos los jóvenes del pueblo cazador sueñan con dar muerte al animal, que se mueve misterioso y sagaz entre la realidad y el mito. Todos, menos Uriel.
Ese es a la vez el punto de partida y de llegada para “La vida en común”, cinta de Ezequiel Yanco que se proyecta hoy, a las 18.45 en el Cinema Paradiso, en el marco de la competencia argentina del FestiFreak: la historia del reticente Uriel, cuestionando el rito de pasaje (de alimentar los perros a llevarlos a la caza) de su comunidad, es el ficción que estructura la película, pero a la vez producto de un largo proceso de Yanco trabajando con las historias biográficas de los habitantes de Pueblo Nacional Ranquel.
“Hay dos elementos que me interesan cuando empiezo a trabajar en una película: trabajar con personas reales, y trabajar con espacios que me interesan por su carga simbólica, histórica”, explica Yanco, que “en este caso tenía ganas de trabajar con la Conquista del Desierto y con las poblaciones indígenas, retratar su forma de vida cotidiana”.
Con ese objetivo, el realizador, también historiador, empezó a viajar a La Pampa, donde se relacionó con comunidades ranqueles de la zona
“En el último de mis viajes de investigación a La Pampa, fui con la cámara para filmar. Y me avisaron que iban a celebrar el año nuevo ranquel en La Pampa, en Leubucó, el lugar tradicional donde celebran el año nuevo, donde están los restos de Mariano Rosas (cacique ranquel apadrinado por Rosas); y también en San Luis, en Pueblo Nacional Ranquel”, relata Yanco: así llegó al que sería escenario de “La vida en común”, una comunidad con una veintena de “esas carpas de cemento construidas en el medio de la nada que evocaban las viejas tolderías indígenas”, un escenario perfecto para, “desde el presente, evocar el pasado de Conquista”.
HACIA PUEBLO RANQUEL
Hacia allá fue Yanco varias veces, visitando a las familias que se mudaron desde la ciudad al campo para vivir una experiencia creada artificialmente de vida en comunidad. “Una escenografía especial donde había una idea tradicional de ser indígena, relacionado con lo tradicional, con una cultura ancestral, con la vida en el campo; pero donde a la vez vivían ranqueles cruzados por otra experiencia de vida, que vivieron en la ciudad, que habían trabajado en fábricas, en casas, escuchaban otro tipo de música. Me pareció interesante tener un registro de esa mezcla, una mezcla donde se pone en escena el cruce entre la modernidad y la tradición, ciertos ritos, la preservación de la cultura”, dice el cineasta de “Los días”, estrenada en 2012.
Yanco realizó varios acercamientos a la comunidad, e incluso se estableció un mes en el lugar para conocer las rutinas, las formas de vida, para a partir de ahí empezar a elaborar ciertas tramas, narrativas, más ficcionales, utilizando las biografías de los protagonistas.
“No tenía definido por dónde iba a pasar la película, cada viaje era un viaje para ir a descubrir la película”, dice: con un pequeño equipo, Yanco fue capturando el material y luego, de regreso y en la sala de montaje, escribiendo la historia, pensando “nuevas líneas narrativas” que permitían “organizar el próximo viaje”.
“De hecho, la idea inicial no era trabajar con los niños: empecé filmando a los grandes y a los chicos, pero lentamente me fui dando cuenta que los chicos eran los más frescos”, revela Yanco. “Al mezclar biografía y ficción, los juegos de los chicos, su relación no solemne con la cámara, más espontánea, me permitieron construir una ficción más fácilmente que con los adultos, que ante la cámara buscaban actuar, brindaban un material poco natural, poco orgánico”.
“La vida en común” está protagonizada casi exclusivamente por los jóvenes de la comunidad, y encabezada por Uriel, que rápidamente reveló su talento frente a la cámara y también que era “la persona más misteriosa de la comunidad, transmitía una fuerza especial”.
HIBRIDACIONES
Así, lo biográfico de la comunidad, el traslado al campamento en el medio de la nada, las tensiones de la comunidad, se fueron filtrando a partir de la mirada de los chicos, en un entrecruzamiento entre biografía y ficción: y el relato ficticio también se sumerge en una zona híbrida, la del pasaje entre la niñez y la adolescencia, además de mostrar la vida híbrida de “una cultura muy violentada que ha perdido su idioma, sus tradiciones y viven una vida moderna”, que habitan esas tolderías modernas, con internet y de donde emergen sonidos de cumbia y trip hop.
“Creo que esas zonas híbridas le dan más vitalidad a las películas que cuando todo parte de un guion. Al menos es así en mi caso: me interesa más acercarme a personas, biografías, realidades desconocidas para mi, y a partir de ahí transformar esa base documental en ficción”, explica, y vira su cámara en “La vida en común” a esos espacios de contradicciones y conflicto: no busca el registro exótico y cerrado de la otredad, sino escribir su película andando entre la comunidad, con la comunidad, antes que sobre la comunidad; “entrar en la comunidad, y a partir de una convivencia, y no desde un guion preelaborado, estructurar la película: no acomodar la comunidad a un guion prestablecido, sino que la película surja de la propia dinámica de la comunidad”.
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